En la pequeña localidad de Papantla, México, varias familias llevan décadas viviendo a minutos de pozos petroleros, y en compañía de decenas de tuberías que atraviesan por debajo de sus casas, ríos y cultivos. Los derrames de hidrocarburos que contaminan sus mantos acuíferos, entre otros impactos, han obstaculizado sus formas de vida. Por este motivo han retomado, después de dos años de pandemia, un proceso autogestivo para defender su territorio.