China ha alcanzado un logro monumental al rodear el desierto de Taklamakán, uno de los más grandes e implacables del mundo, con un cinturón verde de 3,050 kilómetros, implementando avanzadas tecnologías de control de arena alimentadas por energía solar, en busca de mitigar los devastadores efectos de las tormentas de arena, proteger la infraestructura clave, mejorar la estabilidad ecológica en la región e impulsar su desarrollo socioeconómico.