Salud y alimentación
Agrotóxicos en la mesa

Noticias que deberían ponernos en alerta

Las noticias se apiñan en los medios y entre los diferentes titulares, a veces, encontramos temas que tienen que ver con la problemática ambiental. Sin embargo, desde la narrativa imperante, ese vínculo no parece estar establecido.

Abogada y diplomada en el Programa de actualización de Políticas Públicas y Cambio Climático. Autora del libro "Una vida sustentable"

Hace algunas semanas un camión se accidentó en el kilómetro 26 del Acceso Oeste y derramó una sustancia tóxica. El camión trasladaba 24 mil litros de un herbicida que en un primer momento no pudo identificarse porque el chofer no sabía de qué se trataba ni contaba con documentación que aclarara el misterio. Además, el camión estaba sin señalización y transportando una carga peligrosa desde el Puerto de Buenos Aires. 

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Al tiempo se supo que la sustancia derramada era CLETODIM al 94%, un herbicida sistémico no residual.

Este accidente provocó que aproximadamente 50 personas de la zona se acercaran a diferentes guardias médicas con afecciones en la garganta, en los ojos y dificultades respiratorias. Incluso algunos integrantes del Cuartel de Bomberos Voluntarios, también asistieron a la guardia por haber sufrido lesiones en sus piernas.

Este suceso nos impactó durante algunas horas, pero una vez que se hubo limpiado la zona afectada, tanto los medios como las personas, lo eliminamos de nuestras mentes. Me pregunto si no nos faltó dar un paso más allá y preguntarnos qué hay antes y después de la noticia, del hecho en sí mismo.

Frente a un evento de esta magnitud, queda en evidencia la importancia de que existan controles eficientes sobre este tipo de sustancias, protocolos de emergencia y medidas preventivas. A su vez, es un disparador para que nos preguntemos ¿Qué se les aplica a los cultivos? ¿Qué estamos ingiriendo?

En esta línea, recientemente, se publicó un trabajo realizado por Investigadores del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario (Inssa-UNR), que confirmó que las personas jóvenes de los pueblos fumigados con agrotóxicos tienen 2,5 veces más probabilidad de padecer y morir de cáncer que las personas que viven lejos de los agroquímicos.

Llegaron a este resultado luego de analizar ocho pueblos del área de producción agroindustrial de Santa Fe y confirmaron que el porcentaje de muertes por cáncer en esas zonas supera ampliamente a la media nacional. Esta investigación llevó siete años e involucró a 27.000 personas.

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Las localidades estudiadas fueron seleccionadas debido a la intensa actividad agrícola que se lleva a cabo en la zona y se entrevistó a personas que viven entre los 0 y los 400 metros de distancia de campos donde se utilizan agrotóxicos. En esas zonas, hasta el 80% de la superficie que las rodea son destinadas a la producción de cultivos asociados a pesticidas (maíz, soja, trigo).

Las conclusiones del informe sugieren que "vivir en pequeños pueblos rurales afectados por aplicaciones de pesticidas agrícolas (PA) cercanas tiene un impacto negativo en la salud, concretamente en los resultados del cáncer. Estos resultados contribuyen a la necesidad de políticas de reducción de pesticidas, especialmente en el entorno de pequeñas poblaciones urbanas".

Por otro lado, y continuando con el análisis de noticias que parecen inconexas, pero no lo son, a mediados de febrero se visibilizó que los sábalos que habitan en la región del tramo inferior del río Salado, en la provincia de Santa Fe, se registraron las concentraciones más altas a nivel mundial de nueve biocidas (insecticidas, herbicidas y fungicidas) de uso masivo en cultivos transgénicos, principalmente de soja, maíz y algodón. Esta investigación se encuentra plasmada en un estudio realizado por investigadores del Conicet y la Universidad Nacional del Litoral (UNL).

Según informan, esto sucede porque los peces se alimentan de los sedimentos del fondo del rio y, al encontrarse rodeados de cultivos genéticamente modificados, incorporan a sus tejidos distintos tipos de pesticidas.

Un dato importante al respecto, más allá del impacto sobre la vida de los peces que habitan en esa zona y de la fauna acuática en general, es que los peces que se tomaron para la muestra fueron analizados de forma simultánea a lo largo del 100km y eran ejemplares que se encontraban a la venta para consumo humano.

Días más tarde, el Centro de Protección a la Naturaleza de Santa Fe (Cepronat) alertó sobre este tema y confirmó que los sábalos del tramo inferior del Rio Salado no estarían en condiciones de ser consumidos, justamente debido a los altísimos niveles de agrotóxicos en sus cuerpos y que representan un peligro para la salud pública.

Si bien estas noticias salieron a la luz en un corto período, los reclamos y denuncias detrás del uso de agrotóxicos llevan años en nuestro país. Es así como surgieron agrupaciones tales como Las Madres de Ituzaingó (Córdoba), el colectivo Paren de Fumigar (Santa Fe), la Coordinadora Basta es Basta (Entre Ríos), el Encuentro de Pueblos Fumigados (Buenos Aires) y la Red de Salud Popular Ramón Carrillo (Chaco), entre otras.

Asimismo, toma cada vez más fuerza la idea de desvincular lo más posible nuestros alimentos del paquete tecnológico utilizando prácticas como la agroecología. Esta, según la RENAMA -que es la red nacional de municipios y comunidades que fomentan la agroecología-, es un tipo de producción que busca minimizar el uso de fertilizantes y agroquímicos, priorizando los procesos y las relaciones ecológicas que ocurren en el suelo y entre la biodiversidad.

Esta modalidad se centra en algunos principios clave como son la implementación de prácticas de producción centradas en el cuidado del suelo, la prevención y control natural de plagas y enfermedades, el mantenimiento del suelo vivo para su conservación y la del agua, el reciclaje de nutrientes mediante rotaciones de cultivos y las asociaciones de plantas.

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Según el último Censo Nacional Agropecuario, hay en Argentina 2309 establecimientos agropecuarios que practican la agroecología y otros 408 de agricultura biodinámica. Es decir que 1 de cada 50 establecimientos en la Argentina cultivan alimentos sanos cuidando el suelo.

Esta alternativa de producción puede aplicarse a gran escala, puede dar resultados favorables en términos económicos y es una alternativa productiva viable para poder alimentarnos de forma sostenible y sacar los agrotóxicos de la mesa.

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