Tras un 2022 olvidable para el campo por la prolongada sequía, meteorólogos anuncian un próximo alivio
Las pérdidas por el estrés hídrico en Argentina durante el año 2022 fueron estimadas en 3.300 millones de dólares solamente en cultivos de verano como el trigo (50% menos que en 2021) y la cebada.
Los datos fueron revelados por un estudio de CREA, una asociación civil sin fines de lucro dirigida por empresarios agropecuarios.
El problema se está repitiendo en parte en los cultivos de verano y por ello, la campaña agropecuaria 2022/23 provocará una merma significativa en el ingreso de divisas para el erario público nacional y para los empresarios del campo.
En la actual campaña de la llamada "cosecha gruesa" se aprecia una reducción del 30% de la superficie de maíz sembrada, al tiempo que la implantación de soja muestra varias semanas de demoras en distintas regiones del país.
Por ello, buena parte de la oferta de oleaginosas para marzo y abril de 2023 no estará disponible.
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Si el régimen hídrico no lograra regularizarse en el presente verano, el volumen de granos de segunda, que ingresa al mercado hacia mediados de año, estará también en jaque.
Otros productos comprometidos por la falta de aguaceros y chaparrones serán:
- el algodón de la Región Norte,
- los frutos de los cinturones hortícolas y fruteros urbanos,
- el girasol,
- el sorgo,
- las legumbres
- la miel
También, tendrán fuertes quebrantos por la falta de pastos y forrajes:
- el sector avícola,
- la ganadería vacuna
- la cadena porcina.
¿Qué dicen los meteorólogos?
Existen esperanzas de cambio en las próximas semanas ya que se aguardan precipitaciones para la región pampeana y para el norte del país. El fenómeno de La Niña, que atacó por tercer año consecutivo al Cono Sur, se iría disipando durante la actual temporada estival.
Se trata de una repetición muy inusual, atribuida en parte al calentamiento global que está ocasionando la agudización de eventos que antes no eran tan marcados. Al mismo tiempo, la acelerada deforestación de la región de Amazonas ha reducido la humedad y el régimen de nubes en las nacientes de los grandes ríos sudamericanos.
Consultado por Carbono.news, el meteorólogo Leonardo de Benedictis se mostró optimista: "La Niña podría finalizar dos meses más temprano de lo que se pronosticaba. Pasaría de marzo-abril a enero-febrero. Muchos modelos ya nos muestran que la pérdida de influencia del fenómeno es inminente. Pronto, se podría establecer otro patrón de circulación de la atmósfera, con mayor caudal de agua en las regiones más productivas de la Argentina".
De cumplirse esta perspectiva, los cultivos estivales tardíos podrían sacarle ventaja a los de siembra temprana, ya malogrados, ayudando a nivelar la balanza de ingresos personales de los hombres de tierra adentro, de las afectadas cooperativas y de la propia Casa Rosada.