¿Qué pasó con la "Pampa húmeda"? Por tercer año consecutivo el campo sufre la sequía en Argentina
A principios de septiembre se cerró la ventana de siembra de los cultivos invernales (la llamada cosecha fina) en las regiones más productivas de la Argentina.
En los primeros nueve meses del año, llovió la mitad de las cifras históricas en las provincias de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. Faltan entre 250 y 300 milímetros de precipitaciones si se hace una comparación con la media que acerca la estadística.
En Argentina, solo un 33% del territorio está a salvo de la aridez. El resto de la superficie, un 67%, presenta un abanico de situaciones que van desde:
anormalmente seco,
sequía moderada,
sequía severa,
sequía extrema
sequía excepcional
Este fenómeno climatológico, que algunos llaman La Niña, se produce por tercera vez consecutiva: 2020, 2021 y 2022.
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Para encontrar una situación similar, habría que retrotraerse unos 60 años hasta encontrar una mala racha trienal de otoño-invierno similar a la presente, según datos publicados por la Sociedad Rural de Rosario.
El impacto de la sequía es brutal porque se han multiplicado los incendios y porque la Sociedad Rural Argentina estimó que se han dejado de sembrar cerca de un millón de hectáreas de trigo, debido a la sequedad de los suelos.
Consultado por Carbono.news, el productor agropecuario, director de la Sociedad Rural Argentina por Entre Ríos y ex director de la Fundación Pensar, Juan Diego Etchevehere, expresó: "Actualmente, estamos transitando un proceso de restricción de lluvias que se está pronunciando cada vez más. Los dos años anteriores tuvieron un enorme impacto negativo en nuestro país. Una de las regiones afectadas fue mi provincia, Entre Ríos, donde se registraron cantidades de incendios forestales. Este fenómeno se parece bastante a lo sucedido hace poco más de una década. Fue por entonces una de las causas detonantes del duro conflicto entre la Casa Rosada y un sector gremial agropecuario al que se le quisieron aplicar retenciones móviles".
El cambio climático está afectando de manera severa al régimen pluvial y esto ya se nota en un descenso importante de las napas subterráneas. En los cascos edilicios donde viven los trabajadores y dueños de las tierras hay que cavar cada vez más profundo para hallar agua potable.
La cadena forrajera se está agotando porque no hay rebrote de los pastos. Las reservas son escasas para los productores de ganado. Además, las cañadas naturales están secas desde hace varias semanas.
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Reporteado por Carbono.news, el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás del Pino, sostuvo: "Esta situación me hace acordar al año 2009. Tuvimos en esa temporada una tremenda seca que generó pérdidas muy importantes no sólo en granos y frutales. Los rodeos sufrieron graves pérdidas. Perdimos un millón de cabezas de ganado bovino por culpa de esa histórica falta de precipitaciones".
Las actuales condiciones de escasez de humedad del suelo van a restringir fuertemente los rindes y las posibilidades productivas de la campaña gruesa en cultivos tales como el maíz, la soja y el girasol.
Los pronósticos meteorológicos hablan de mayores niveles de caída de agua en octubre, noviembre y diciembre. Eso podría ayudar a que las pérdidas se vean morigeradas.
De todas formas, la inestabilidad económica, el cepo cambiario, las retenciones a la producción y un clima extremadamente deshidratado están configurando un cocktail muy poco virtuoso.