Ambiente y naturaleza
Impacto ambiental de la industria textil

¿Por qué la ropa contamina?

Desde hace tiempo escuchamos que la industria textil es una de las más contaminantes del mundo. Veamos algunos de los motivos que la colocan en esa posición para repensar nuestra forma de consumo y buscar alternativas más sostenibles.

Abogada y diplomada en el Programa de actualización de Políticas Públicas y Cambio Climático. Autora del libro "Una vida sustentable"

Según la Organización de las Naciones Unidas, la industria textil es responsable del 8% de los gases de efecto invernadero y del 20% del desperdicio de agua en el mundo.

Pensemos en un jean: Para que un jean llegue a nuestras manos, primero tuvo que fabricarse la tela a partir de la cual se confecciona. Cada año se fabrican aproximadamente 5.000 millones de jeans en el mundo. Según el Proyecto Agua Segura, para fabricar un pantalón de jean de 800 g, se consumen alrededor de 8.000 litros de agua, aproximadamente la misma cantidad que necesita una persona promedio a lo largo de 7 años. Además, durante el proceso de fabricación se emiten cerca de 32 mil millones de kg de CO2 y se utilizan 10 mil millones de kg de colorantes.

Pero no todo tiene que ver con la producción: ¿Qué pasa durante la vida útil del producto? Cada vez que lavamos el jean, desprende microfibras que no son biodegradables y terminan en los océanos, medio millón de toneladas de microfibras textiles por año, según un estudio del Banco Mundial, y pueden permanecer en la naturaleza durante medio siglo.

Fuente: Unsplash

Según explica la Dra. en biología Rosana di Mauro en el artículo Microfibras textiles: la contaminación que no vemos: "Las Microfibras antropogénicas son fragmentos microscópicos de fibras, mayormente de origen textil, que se desprenden del uso cotidiano y lavado de las prendas de vestir". Y agrega: "son contaminantes pasivos de todos los ambientes terrestres y acuáticos del planeta". Respecto de la composición de las mismas afirma que "El poliéster en particular, que es un tipo de PET (Polietileno Tereftalato), es el compuesto más abundante que se ha encontrado en los océanos de ambos polos y hasta en las profundidades más recónditas del planeta. También hay microfibras contaminantes que están básicamente compuestas de celulosa o algodón, que son igual de peligrosas y persistentes en el medio marino, ya que deben pasar por los mismos procesos químicos que las fibras sintéticas para poder utilizarlas en la composición de las prendas de vestir".

Las autoras del artículo, Paula Kaeser y Marcela Laudonio,  exponen: "La mayoría de la ropa que usamos está confeccionada con poliéster, por ende contiene grandes cantidades de petróleo. Disminuir la producción de prendas de vestir realizadas con esta fibra, es fundamental para reducir el consumo de combustibles fósiles, principal causante de las emisiones de gases de efecto invernadero que aceleran el cambio climático."

Pero el problema no radica solamente en la producción y en las partículas que se desprenden durante el lavado, sino en que, una vez que dejamos de usar una prenda, no hay industria que se encargue de su reciclaje o su reutilización a escala masiva, solo existen pequeñas campañas o emprendimientos que reutilizan el material.

Mirá también: Le Utthe: una marca textil que transforma desechos aparentemente inútiles en nuevas prendas recicladas

Cada año se confeccionan 100.000 millones de prendas en el mundo, lo que conlleva una generación de residuos y un impacto ambiental alarmantes. Este nivel de producción resulta en que 92 millones de toneladas textiles terminan en la basura cada año.

Para que tomemos noción de la magnitud del problema: según el informe "Una nueva economía textil: Rediseñando el futuro de la moda", de la Fundación Ellen MacArthur, cada segundo se tira o se quema el equivalente a un camión de basura de textiles.

¿Por qué sucede todo esto?

Para hablar de este tema hay que mencionar el fast fashion o moda rápida. "Se entiende moda rápida como el fenómeno por el cual se introducen colecciones de ropa que siguen las últimas tendencias de la moda y que han sido diseñadas y fabricadas de forma acelerada y a bajo costo. Así, la industria le ofrece al consumidor la posibilidad de acceder a prendas novedosas a precios asequibles y de forma continua, con cerca de 50 colecciones al año -distinto a las tradicionales colecciones anuales de primavera/verano y otoño/invierno-"

Algunas de las características de la moda rápida son:

  1. Desaparecen las tradicionales 4 colecciones anuales correspondientes al otoño, invierno, primavera y verano; y surgen decenas de colecciones por año que mantienen la moda en constante movimiento.

  2. Las prendas son diseñadas y fabricadas a bajo costo y, por lo tanto, son vendidas a precios accesibles.

  3. Para poder producir la ropa a bajo costo, en algún lugar de la cadena de producción alguien está regalando su trabajo. Puntualmente, quienes terminan trabajando por monedas son generalmente mujeres y niños de países en desarrollo, en los que las grandes empresas desembarcan para instalar fábricas textiles donde hay miles de trabajadores en condiciones inhumanas. Esta realidad está muy bien plasmada en el documental "The True Cost"  (El Costo Real), en el que se plantea cuál es el verdadero costo de una prenda que a los ojos del consumidor resulta "barata". 

Según el artículo citado anteriormente, "esta tendencia consumista ha hecho que el promedio de uso de una prenda nueva sea de solo siete veces antes de ser desechada y que, en los últimos 20 años, se haya presentado un aumento del 400% en el consumo de ropa en el planeta".

¿De dónde viene tu ropa?

Otro de los aspectos a tener en cuenta a la hora de hablar del impacto ambiental de la industria textil es el traslado. Muchas de las prendas que usamos tienen etiquetas que indican que fueron producidas en países muy lejanos.

Para cumplir con los plazos y las numerosas temporadas impuestas por la tendencia de la moda rápida, la producción de las prendas se realiza en países que tienen condiciones laborales precarias tales como Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka y China.

El traslado de cualquier producto de un punto geográfico a otro implica consumo de combustibles fósiles y emisiones de gases de efecto invernadero. Por lo tanto, cuanto más cerca de mi casa se fabrique el producto que compro, menos trayecto recorrerá hasta llegar a mis manos y menos impacto ambiental tendrá ese traslado.

Además, las condiciones de trabajo precarias representan "un problema ético y un claro ejemplo de explotación, así como un atentado a los derechos humanos, en los que se encuentra también la explotación laboral infantil y el trabajo forzado". 

Según el artículo ¿Qué le pasa a la industria de la moda?, "los trabajadores de la confección a menudo se ven obligados a trabajar de 14 a 16 horas al día, 7 días a la semana. Durante la temporada alta, pueden trabajar hasta las 2 ó 3 de la madrugada para cumplir el plazo de la marca de moda. Sus salarios básicos son tan bajos que no pueden rechazar las horas extra, aparte de que muchos serían despedidos si se negaran a trabajarlas".

¿Qué pasa con lo que ya no usamos?

De los 92 millones de toneladas textiles que terminan en la basura cada año solo se recicla el 13%, la consecuencia de este bajo índice de reciclaje es la acumulación de residuos textiles en ámbitos naturales o la quema de los mismos para reducir su volumen.

Un ejemplo en Latinoamérica es lo que sucede en el desierto de Atacama: Desde hace 15 años se acumulan anualmente casi 40 mil toneladas de descartes de la industria textil, herencia que recibe el país vecino de parte de Europa, Estados Unidos y Asia. Todo este descarte ocupa 300 hectáreas del desierto chileno.

La mayoría de los residuos están compuestos de poliéster -proveniente del petróleo-, que con el sol directo se prende fuego emitiendo GEI (gases de efecto invernadero).

Este fenómeno se produce porque Chile es el mayor importador de ropa usada de Sudamérica, en esa zona de importadores e impuestos preferenciales, los comerciantes del resto del país seleccionan las prendas para sus tiendas. Lo que no se vende a Santiago ni se va hacia otros países (como Bolivia, Perú y Paraguay por contrabando) se queda en el desierto de Atacama. Sin embargo, como se encuentra prohibido arrojar desechos textiles en los vertederos legales, la única solución que encontraron frente a esta problemática fue la acumulación y la quema, que genera consecuencias sobre la salud de las personas por la emisión GEI y la contaminación del aire.

¿Qué se está haciendo para limitar el daño ambiental?

La Comisión Europea desarrolló una estrategia sobre los productos textiles para construir un mercado más amable con el medio ambiente, circular, sostenible y energéticamente eficiente. Establece que para el 2030, todas las prendas que se confeccionen dentro de sus fronteras serán duraderas, reparables, reutilizables, reciclables y estarán libres de toxinas y contaminantes.

Otro punto interesante es que los productores deben asumir la responsabilidad de sus productos a lo largo de toda la cadena de valor, incluso cuando se convierten en residuos.

Para lograrlo, el plan de acción introduce conceptos clave como el diseño circular o el pasaporte digital de producto, en el que se indicarán el origen de los materiales que los componen y la forma de repararlos o reciclarlos.

¿Qué podemos hacer desde nuestro lugar?

  • Cuidá tu ropa, no la trates como si fuera descartable. Acordate que el mejor residuo es el que no se genera.

  • Tratá de comprar ropa de buena calidad. En este caso, menos es más, unas pocas prendas más caras pero buenas son mejores que muchas remeras baratas que duren solo una temporada.

  • Intercambiá prendas, podés proponerlo en tu grupo de amigas o buscar redes de intercambio en Facebook.

  • Comprá ropa usada, cada día hay más ferias americanas, así como cuentas en Instagram y páginas web con gran variedad de artículos y envíos a todo el país.

  • Dejá de seguir cuentas que incentivan el consumo constante, gran parte de nuestro deseo de comprar entra por los ojos y se instala en nosotrxs como angustia, carencia y necesidad de pertenencia.

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