¿Otra vez cambio climático?
Frente a los fenómenos climáticos extremos siempre nos preguntamos si son o no consecuencia del cambio climático. Analizamos algunos factores que influyen en el aumento de las lluvias e inundaciones.
Hace varias semanas que los temas estelares son las lluvias y las inundaciones. Los videos de fuertes vientos y cortinas de agua abundan en redes sociales y la preocupación por el futuro resulta palpable. ¿Qué está pasando? ¿Son normales estas lluvias?
Las inundaciones son fenómenos naturales que han sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, en las últimas décadas, su frecuencia e intensidad han aumentado significativamente, un fenómeno que muchos científicos atribuyen al cambio climático.
El cambio climático, impulsado en gran medida por la actividad humana, se manifiesta a través de varios fenómenos, incluido el aumento de la temperatura global, el derretimiento de los hielos polares y el aumento del nivel del mar. Estos cambios tienen un impacto directo en los patrones climáticos, lo que conlleva un aumento en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, como tormentas intensas y precipitaciones torrenciales, que a su vez alimentan las inundaciones.
¿Por qué vinculamos las inundaciones con el cambio climático? Uno de los principales impulsores del vínculo entre las inundaciones y el cambio climático es el aumento de la temperatura atmosférica. A medida que el planeta se calienta, la evaporación del agua de los océanos aumenta, lo que a su vez incrementa la humedad en la atmósfera. Esta mayor humedad puede conducir a una mayor cantidad de precipitaciones en ciertas regiones, lo que aumenta el riesgo de inundaciones.
Además, el cambio climático también puede influir en la intensidad y la trayectoria de las tormentas. Las aguas oceánicas más cálidas pueden alimentar huracanes y ciclones más poderosos, que a menudo traen consigo fuertes vientos y lluvias intensas, exacerbando así el riesgo de inundaciones costeras e incluso tierra adentro.
Por su parte, el derretimiento de los hielos polares y los glaciares también contribuye al aumento del nivel del mar, lo que aumenta la vulnerabilidad de las zonas costeras a las inundaciones. Las mareas de tormenta, impulsadas por eventos climáticos extremos, pueden penetrar más tierra adentro de lo normal, causando inundaciones repentinas y destructivas.
Las inundaciones tienen consecuencias devastadoras para las comunidades afectadas. Además de la pérdida de vidas humanas, pueden provocar daños materiales significativos, destruir infraestructuras, contaminar suministros de agua potable y desplazar a miles de personas de sus hogares, hecho que confirma que el cambio climático está atravesado por la injusticia climática: no sufren de igual manera estos daños las comunidades económicamente fuertes que aquellas con menos recursos económicos.
En Argentina, podemos focalizarnos en otros dos elementos que contribuyen al cambio climático y que además nos vuelven más propensos a sufrir inundaciones como las que estamos experimentando: la deforestación y la impermeabilización de la tierra.
La deforestación y la impermeabilización del suelo son factores adicionales que contribuyen significativamente al aumento del riesgo de inundaciones. La deforestación, principalmente para la expansión agrícola, la urbanización y la explotación de recursos naturales, reduce la capacidad del suelo para retener agua y aumenta la escorrentía superficial. Los bosques actúan como esponjas naturales, absorbiendo y almacenando agua durante períodos de lluvias intensas, lo que ayuda a mitigar el riesgo de inundaciones. Sin embargo, cuando se talan los árboles, se elimina esta capacidad de absorción, lo que resulta en un aumento de la escorrentía y una mayor probabilidad de inundaciones repentinas. En esta línea, no alcanza con hablar de deforestación, sino también de las miles de hectáreas que año a año se pierden en manos del fuego.
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Por otro lado, la impermeabilización del suelo, causada por el desarrollo urbano y la pavimentación de áreas naturales, impide que el agua penetre en el suelo y recargue los acuíferos subterráneos. En lugar de infiltrarse en el suelo, el agua de lluvia corre rápidamente hacia arroyos y ríos, aumentando el volumen y la velocidad de flujo de los cuerpos de agua y elevando el riesgo de inundaciones en áreas urbanas y suburbanas. Esta impermeabilización también reduce la capacidad de la tierra para absorber y retener agua durante eventos de lluvias intensas, exacerbando aún más los impactos de las inundaciones. En conjunto, la deforestación y la impermeabilización del suelo representan una amenaza significativa para la gestión sostenible de los recursos hídricos y la mitigación de los riesgos de inundaciones en todo el mundo.
Y a todo esto, hay que agregar un elemento clave: estamos saliendo de una sequía histórica. ¿Pueden los extremos tocarse? Claro que sí. Después de períodos prolongados de sequía, las condiciones del suelo tienden a volverse más secas y compactas. Esto puede generar una capa superficial endurecida que es menos permeable al agua de lluvia. Cuando finalmente llegan lluvias intensas tras una sequía prolongada, el suelo seco y compacto es menos capaz de absorber el agua de manera efectiva. En lugar de infiltrarse gradualmente en el suelo, el agua tiende a acumularse en la superficie, generando una escorrentía rápida y aumentando el riesgo de inundaciones. Además, durante las sequías, los sistemas de ríos y arroyos pueden experimentar niveles de agua extremadamente bajos, lo que resulta en un cauce más estrecho y menos capacidad para contener grandes volúmenes de agua repentina. Esta combinación de suelo seco y endurecido con sistemas de drenaje y ríos disminuidos crea un escenario propicio para inundaciones repentinas y graves después de períodos de sequía prolongada.
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Ante esta realidad, es imperativo tomar medidas para abordar tanto el cambio climático como sus impactos asociados, incluidas las inundaciones. Esto incluye la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, la adopción de prácticas de desarrollo sostenible y la implementación de estrategias de adaptación y resiliencia en las comunidades vulnerables.
El vínculo entre las inundaciones y el cambio climático es innegable y urgente. Para proteger a las generaciones presentes y futuras, es crucial tomar medidas audaces y concertadas para abordar este desafío global. Solo a través de la acción colectiva y la colaboración internacional podemos esperar mitigar los impactos devastadores de las inundaciones y construir un futuro más seguro y sostenible para todos.