Noruega vs. Argentina: los escandinavos recaudan por exportación de frutos de mar siete veces más
El valor de lo negociado por Oslo se ha duplicado en apenas siete años.
Cada año Noruega comercializa unas tres millones de toneladas de productos pesqueros por valores superiores a los quince mil millones de dólares. La situación sorprende mucho porque, con semejante nivel de captura, podrían alimentar a cuarenta millones de personas cada día, pero este pueblo escandinavo tiene apenas diez millones de habitantes.
Sus especies estrella son:
salmón, un 70% del valor total
bacalao, 8%,
caballa, 4%,
trucha, 3%,
arenque, 3%,
mariscos, 1%.
Una parte es industrializada para la obtención de harina y aceite de pescado.
Mientras tanto, las transacciones argentinas se hallan en torno a los dos mil millones de dólares, a pesar de haber duplicado la flota pesquera y triplicado su capacidad de almacenaje a bordo en la última década.
A nivel dinerario y cualitativo, los valores comercializados suben porque el producto creció en precio, no porque los volúmenes de extracción hayan crecido. Como la dieta argentina no se basa en el consumo de peces, el país exporta más del 90% de lo que extrae de los océanos. Entre los tres principales destinos están España, China y los Estados Unidos. Más del 80% de las exportaciones están compuestas por solo tres especies: merluza, langostino y calamar.
Semejante ineficiencia tiene un agravante: las redes argentinas se llevan mucha "pesca incidental" de ejemplares juveniles, peces que todavía no llegaron a reproducirse. Para colmo, son de talla pequeña y ni siquiera sirven para ser comercializados. Como las bóvedas de los barcos quedan reservadas para los ejemplares más valiosos, los más pequeños se desechan. Con ese descarte de alimento se podría alimentar a millones de compatriotas, sin embargo, nunca se informa adecuadamente sobre estos resultados no deseados de la pesca de arrastre.
Esta actividad es cercana al ecocidio, pero sigue siendo un tema completamente ausente de las actuales campañas preelectorales para renovar autoridades en la Casa Rosada.
¿Por qué estos hechos no generan conmoción?
Simplemente, porque la depredación no se aprecia a simple vista. A diferencia de lo que ocurre con la deforestación o los incendios, el impacto de lo que ocurre mar adentro no puede ser registrado fácilmente por el ojo humano.
Consultado por Carbono.news, el investigador y ex oficial de la Marina Mercante Roberto Maturana explicó: "Argentina tiene 537 buques que consiguen poco más de setecientas mil toneladas al año. En los últimos diez años, la flota prácticamente se duplicó en tamaño y se triplicó en las bodegas de los congeladores. Se pesca más, pero en cantidad de piezas vendidas seguimos igual. Ingresa más dinero porque los valores han crecido mucho en el mercado internacional".
Entonces, ¿dónde están las deficiencias?, ¿por qué no se corresponden los números de extracción de las embarcaciones con los volúmenes de ventas?.
"Argentina no tiene cámaras online que puedan controlar cuánto se le saca al Atlántico y cuánto se descarta. Tampoco hay cámaras en los puertos para ver cómo se cargan los contenedores congeladores en los muelles. No se enfocan las filmaciones en esas operaciones. Allí, deberían existir inspectores del SENASA y de la Aduana. Al agente marítimo se le dan precintos, se anota todo en un formulario, luego todo se firma y se acabó. El capitán se va con los precintos colocados y con eso se lava las manos si es detenido en aguas internacionales o en otros puertos. Esto, lamentablemente, es un cachengue", denunció Maturana.
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A las pesqueras no se les exige cámaras a bordo monitoreadas online, en tiempo real, desde las costas. Apenas graban imágenes (y podrían editarlas) sobre lo que ocurre en alta mar.
¿Cómo sabemos que hay grandes descartes que luego no aparecen en las planillas suministradas por las empresas del sector?. Muy simple, las tripulaciones son acompañadas por "nubes" de grandes aves que se devoran las piezas que llegan muertas a la superficie y luego son desechadas por babor y estribor.