Ambiente y naturaleza
Entrevista

No es el fuego ¡somos los humanos!

El Dr. Guillermo Defossé, investigador principal del Conicet y actual director del Centro de Investigación Esquel de Montaña y Estepa Patagónica (CIEMEP), explica que los incendios son necesarios para la evolución de la naturaleza y responsabiliza a los seres humanos por el desconocimiento, la intromisión en los ecosistemas y la poca capacidad de prevención.

Es cierto que Argentina está en llamas. También que las provincias de Neuquén y Río Negro son las más afectadas y que la sequía agudiza el escenario en todo el país. Pero ¿qué más dice la ciencia?, ¿cuál es el verdadero trasfondo y qué tenemos que ver los humanos con la crudeza de estas llamas?. ¿Acaso el fuego no es un componente natural capaz de regenerar ecosistemas enteros?, ¿acaso el hombre no es lobo del hombre?

El Dr. Guillermo E. Defossé es investigador principal del Conicet y actual director del Centro de Investigación Esquel de Montaña y Estepa Patagónica (CIEMEP). Profesor Titular de Ecología en la Universidad de la Patagonia en su sede de Esquel. Guillermo se recibió de Ingeniero Agrónomo en 1979 en la Universidad de La Plata, donde también cursó la totalidad de la carrera de Ingeniería Forestal. Realizó luego estudios de postgrado en las universidades de Washington y Idaho en Estados Unidos donde obtuvo su Maestría en Recursos Naturales en 1987 y su Doctorado en Ciencias Forestales en 1995. Desde 1985 trabaja en proyectos académicos y de investigación relacionados con la ecología y la gestión de incendios de vegetación.

En un mano a mano con Carbono News, el científico defiende el rol del fuego en la naturaleza y apunta al ser humano por su desconocimiento de la Madre Tierra y por su intromisión en lugares donde lo urbano es un verdadero peligro.

-¿Cómo puede explicar el escenario de incendios que atraviesa la Argentina?

El fuego ha sido parte de la evolución de la humanidad. Desde tiempos inmemoriales, ayudó a dar saltos evolutivos en los homínidos, en nuestros ancestros y, de a poco, en los últimos 100- 150 años se empezaron a diseñar políticas de manejo del fuego erróneas en todo el mundo. No aprendimos cómo funcionaba el fuego en la naturaleza, sino que lo hicimos desde nuestra perspectiva de seres humanos urbanos. La gobernanza fue siguiendo los dictados de lo que la gente urbana tenía en relación a los incendios.

Fue así que se desarrollaron dos tipos de manejo del fuego extremos: el no permitir que ocurran los incendios, una política que se inició fundamentalmente en EE. UU en los parques nacionales y, por otro lado, usarlo indiscriminadamente situación que se desarrolló fuerte hace 80 años en el sur de Chile para abrir áreas para ganadería, agricultura, etc. Estos dos extremos hicieron que en 100 años de evolución se produzcan los efectos no deseados de aquellas decisiones tomadas hace tiempo atrás.

Es necesario estudiar, reflexionar cómo funciona el fuego en la naturaleza. Hoy, tenemos prácticamente una explosión de incendios y, sin embargo, la ciencia nos indica que ocurren menos que hace 30 años atrás. ¿Cómo se explica?, porque la comunicación tiene un rol fundamental en la vida cotidiana, hoy a los 5 minutos tenemos conocimiento de un incendio que ocurre en California. Sin embargo, en África se queman por año 160 millones de hectáreas y nadie sabe nada porque no hay cámara de televisión.

Según el científico, los incendios son necesarios para que la naturaleza evolucione.

-¿Cuál es el rol del fuego en la naturaleza?

El fuego fue, es y será un componente natural de todos los ecosistemas vegetales del mundo. Pero al hacernos más urbanos, tomamos el fuego como algo negativo. En los últimos años, obtenemos las fuentes energéticas de otros lados: petróleo, gas, etc. y desconocemos la influencia que tuvo el fuego en el desarrollo de la humanidad. Entonces, para la gobernanza, para quienes nos administran, resulta más sencillo usar todo lo que la sociedad piensa en combatir esos incendios que se producen (por ejemplo, los últimos se produjeron por rayos), y no en analizar sus causas.

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Los incendios son necesarios para que la naturaleza evolucione. Los ecosistemas vegetales son supra-organismos: nacen crecen, se reproducen y mueren. Pero como no tienen patitas como nosotros, los árboles mueren de pie. Abajo de esos árboles hay otras generaciones que esperan tener la luz y nutrientes necesarios para poder desarrollarse. Entonces, tienen que venir lo que se conocen como disturbios o fuegos que arrasan con la parte de arriba y que a nosotros nos provoca escozor, pero, en realidad, es así cómo funciona la naturaleza.

En tanto, la naturaleza tiene estructuras, leyes y tiempos que a veces seres humanos no las entendemos o que son contraintuitivos. Nuestra función como ecólogos es entender porqué los ecosistemas funcionan así y no tratar desde la gobernanza de imponerle al ecosistema nuestro punto de vista que evidentemente no conocemos.

Parque Nacional Yellowstone, Estados Unidos.

Cuando fui a estudiar en el año 84 a EE. UU, desde las universidades y después de un informe que se había hecho sobre el parque Yellowstone, empezamos a practicar lo que se denominan las quemas prescriptas en el bosque que se utilizaban para volverlo a su estado prístino y entender cómo funcionaban esos bosques antes de que se empezaran a suprimir los incendios. Es que durante los primeros años de 1900 se estableció como política que había que apagar todos los fuegos de los ecosistemas boscosos, especialmente de los parques nacionales. Esa supresión del fuego fue exitosa, pero nosotros no gobernamos los bosques y lo que sucedió fue que la biomasa fue creciendo lo que hizo que algunas especies desaparezcan, que otras no puedan desarrollarse, es decir, se empezó a quitar hábitat a muchas especies animales. Los ciervos, por ejemplo, al crecer tanto la vegetación, no tenían hacia donde pasar por lo que fueron disminuyendo sus poblaciones; algunos pájaros no podían anidar porque estaban acostumbrados a hacerlo en lugares quemados, entre otros. En definitiva, cuando fui a Estados Unidos, no me enseñaron a apagar el fuego, sino a encenderlo, a hacer hábitat. Nuestro profesor nos decía, el día que se queme Yellowstone se va a quemar todo, y efectivamente, tres años después, en el 88, se quemó absolutamente todo. Sin embargo, hoy vas y no te das cuenta que allí hubo un incendio.

-La desesperación que conlleva este tipo de situaciones despierta confusión. Están las poblaciones que buscan respuestas ante el arrase de sus tierras, el Gobierno que intenta dar soluciones y las propias conclusiones, por ejemplo, del Servicio Nacional de Manejo del Fuego, que apunta a la sequía y al cambio climático. ¿Cuál es su análisis?

Sin dudas que tiene relación con el cambio climático. No obstante, personalmente me gusta diferenciar lo que es una postura política o ambientalista sin fundamento, por ejemplo, con los incendios del Delta. Si haces una retrospectiva en base a los estudios realizados y se hace una perforación, vas a encontrar que los incendios son recurrentes desde hace 10 mil años, es decir, que cada 7 u 8 años se producen porque los ecosistemas se van renovando, inclusive para crecer mejor.

Ahora bien, cuando a esa cuestión natural se le agrega lo político y también que la gobernanza debe dar respuesta rápida a una sociedad que está esperando que le diga que esto no se puede quemar, aparecen otras cosas que como ecólogos vemos que no estamos preparados y que tiene que ver con lo comunicacional, informar que no es tan así lo que estamos diciendo.

La otra cuestión fundamental es que no es que se producen más incendios, como aclaré más adelante, sino que hay más incendios en las áreas de interfaz urbano rural, es decir, en las áreas donde los seres humanos estamos invadiendo el bosque. Es decir, se producen cambios del uso de la vegetación ante el crecimiento a pasos agigantados del interfaz urbano rural.

En definitiva, siempre hubo incendios, en la zona patagónica andina están registrados. El problema es que antes no había nadie allí y ahora está viviendo gente, entonces somos nosotros los que nos estamos metiendo en un área que tiene sus propias reglas y sus propios tiempos.

-¿Es un problema de ordenamiento territorial?

Exactamente. Existe un estudio denominado "El riego de incendio como una patología socio-ecológica" que traduce esto. Es decir, que los incendios no son sólo una cuestión ambiental sino también social porque somos los seres humanos los que nos estamos metiendo en camisa de once varas haciendo casas en lugares que, en algún momento, se van quemar

A partir de septiembre y octubre comienza la temporada de sequía en la Patagonia que se prolonga hasta marzo próximo.

Hay que entender que la Patagonia es un ecosistema con clima de tipo mediterráneo, es decir, que las lluvias se concentran en un período que va desde abril a septiembre y de ahí se produce un período de sequía hasta el próximo marzo. Entonces, en ese período es donde ocurren los incendios. En Córdoba es al revés, llueve en verano y el período de sequía se produce en invierno, pero, al estar más al norte, las temperaturas favorecen los incendios durante el periodo invernal. El problema ocurre en no saber manejar bien los incendios.

En Córdoba, en el 2000, se sancionó una ley que prohibió las quemas prescriptas. Al prohibirse, la biomasa se fue acumulando, la vegetación fue creciendo hasta que llega un momento en que explota y se quema, que es lo que pasó el año pasado y este año también. Entonces, hay que tener mucho cuidado, hay que aprender a manejar el fuego. Hay un proverbio finlandés que dice: "el fuego es un buen sirviente, pero es un mal patrón".

-Más allá de las leyes, ¿el problema es cultural?

Podemos tener las mejores leyes, pero si no se cumplen, no pasa nada. Es decir, lo que haga la gobernanza no alcanza. Por más que el Estado tenga todas las leyes a favor, las mejores brigadas contra incendios, se puede disminuir el riesgo de incendio hasta un 20%. Ahora, para aumentar esa disminución del riesgo al 90%, tiene que involucrarse a la comunidad.

Hoy todos empiezan a preocuparse por los incendios, pero llega marzo y se olvidan. No saben ni donde están las bocas hidrantes en barrios donde todo el mundo quiere tener 5 pinos, 10 árboles, etc. Tenes que saber que, en esos lugares, en algún momento, van a ocurrir incendios porque es la forma en que el mundo evolucionó. El fuego estuvo antes que nosotros y estará después de que nos vayamos. Entonces, no hay que verlo como un enemigo sino pensar dónde construimos, cómo construimos, es decir, respetar los códigos de edificación y cumplirlos.

Con todo el dolor del mundo digo que si vas a la zona donde se quemaron 511 casas el año pasado, el Estado puso dinero para volverlas a construir en el mismo lugar, con los mismos riesgos que tiene de acá a 10 años por lo que se van a quemar nuevamente. No es posible, como decía Einstein, que con los mismos métodos se consigan resultados diferentes. El riesgo no podemos disminuirlo a cero, pero podemos bajarlo razonablemente.

Los ecólogos, biólogos, podemos entender como funciona la naturaleza, pero nos cuesta mucho comprender cómo funciona la mente humana y cómo comunicarle a los que nos gobiernan que la solución no es más autobombas o aviones hidrantes, sino que por cada peso que aportamos en prevención, nos ahorramos 50 pesos en supresión. Lo paradójico es que se prefieren gastar los 50 pesos porque son hechos que se ven y no hacer las tareas de prevención que tienen un costo menor pero que son, tal vez, menos visibles.

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-Qué importante es el conocimiento...

Lo que pasa es que la gente quiere que le digan lo que desea escuchar. Recuerdo que, una vez, en Tucumán, me llamaron de un organismo estatal para darle herramientas a unas comunidades indígenas del cerro Calchaquí para que dejen de quemar a diario porque iban a exacerbar el Covid-19. Mi respuesta fue conocer, en primer lugar, qué estaban haciendo y si realmente estaban haciéndolo mal o no. Pude corroborar que son prácticas que se hacen hace milenios, que viven con ese tipo del manejo del fuego y lo hacen muy bien, lo que tenemos que hacer es ir y aprender de ellos porque están manejando muy bien el ecosistema. Claramente, esto no les gustó...

-¿Qué pasa con los incendios para cambiar el uso del suelo, por ejemplo, para dar lugar a los monocultivos?

La otra política de manejo del fuego errónea, además de la supresión, fue el uso indiscriminado del fuego para abrir áreas para la ganadería o agricultura. Con este segundo hay que tener muchísimo cuidado, pensar el para qué, el cómo, porque se arruinan ecosistemas enteros, es decir, soy proclive al uso del fuego racional en aquellos ecosistemas donde está argumentada científicamente la quema prescripta.

Brigadistas trabajando en el sur del país ante los focos activos. (Foto: Tw Ministerio de Ambiente Nación)

Este método es una receta con objetivos definidos. Por ejemplo, cuando lo hacíamos en Estados Unidos, uno de los objetivos era dejar entre 3 o 5 árboles muertos en pie por hectárea para que puedan anidar los carpinteros sino desaparecían. A su vez, esos esos árboles quemados eran fuente de alimento de insectos que eran la comida de estos pájaros. Por otro lado, se hacía en el sotobosque, quema de apertura, es decir, limpiezas del bosque para que aparezca una especie de arbusto que era la comida preferida del ciervo de cola blanca que, al cerrarse el bosque, había desaparecido. La otra era hacer una quema suave alrededor de los arroyitos porque esa ceniza que arrastra el agua era nutriente que alimentaba a especies vegetales que crecían y provocaban el nacimiento de insectos que, más tarde, serían el alimento de las truchas. Entonces, la quema prescripta tiene un montón de factores atrás que no es quemar por quemar o porque quiero sembrar soja. Estas ya no son quemas prescriptas sino quemas descontroladas. Comparativamente, la quema prescripta es una operación muy compleja y la quema descontrolada es como usar un cuchillo y clavarte una puñalada.

-¿Cuáles son las claves para abordar los incendios?

Las claves pasan, primero, por basarse en la ciencia, que es lo mejor que tenemos. Que los organismos nacionales y provinciales responsables en el manejo del fuego se basen en las premisas ya escritas, adaptarlas a las áreas locales, y bajar la carga de combustible. Si va a hacer una casa en el medio del bosque, hacela, pero a los 30 metros alrededor tiene que estar limpia de toda vegetación que pueda quemarse, tenés que tener entradas y salidas claras, es decir, tenés que tomar todas las prevenciones que están escritas para poder enfrentar con éxito el fuego.

En segundo lugar, la planificación y el ordenamiento territorial. Hay mucho de construcción segura en estas áreas que no se tiene en cuenta. En la zona de Golondrina y el Hoyo viene cualquiera a hacer una casa y nadie se preocupa si los materiales son los apropiados, si las casas son ignífugas, el tema es sacarse la foto y mostrar que se está haciendo algo. Me duele, porque se puede hacer algo serio.

En resumen, bajar la biomasa en épocas de inverno, controlar las entradas y salidas correctas de las comunidades, es decir, hacer prevención.

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