Argentina podría enfrentar su cuarto año de sequía en el campo en apenas un lustro
Tras una "triple niña" devastadora (2021/22/23) que terminó por hundir las aspiraciones políticas de Alberto Fernández, Sergio Massa y Cristina Kirchner (se perdieron US$ 20.000 millones por la "seca" solamente en 2023), el 2025 podría traer más malas noticias.
El último informe del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos advirtió sobre un recorte en las estimaciones de producción de soja y maíz en el sur de Brasil, Paraguay y Argentina debido al retorno de condiciones climáticas de gran estrés hídrico y sucesivos domos de altas temperaturas. Hubo un Niño que dio esperanzas en 2024, pero el "recreo" duró poco según los análisis climáticos que se hacen en la principal súper potencia mundial.
Los operadores internacionales están subiendo las cotizaciones de maíz y soja porque ya descuentan el impacto de la falta de precipitaciones en Sudamérica. En Argentina, muchos de los cultivos de esas oleaginosas se encuentran transitando períodos críticos debido a la falta de chaparrones y aguaceros.
Las caídas pluviales brillaron por su ausencia en las primeras semanas de enero y se avecina una ola de calor muy intensa que acentuará la merma en los rindes.
El Servicio Meteorológico Nacional estimó que este primer domo de mediados del mes de enero estaría acompañado por otros a lo largo del resto del verano y afectaría al menos a 12 provincias (la mitad del país). La mayor parte de Paraguay y los "estados gauchos" brasileños también están bajo amenaza.
La Bolsa de Comercio de Rosario informó que el 45% de los lotes de maíz temprano está en condiciones regulares o malas hacia mediados de enero y que el 19% de la soja de primera enfrenta también un estado crítico.
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Las esperanzas están centradas en posibles tormentas que se descerrajen tras la formación de centros de baja presión en las provincias de Santa Fe, el Litoral y Buenos Aires. Este alivio podría reducir, aunque sea parcialmente, el impacto de la sequía.
El clima en nuestro subcontinente está ganando protagonismo año tras año a la hora de medir pérdidas y ganancias materiales, pero las autoridades nacionales aún se resisten a atribuir el fenómeno al cambio climático.