Política
Vulnerabilidad

Los flagelos climáticos y ambientales que amenazan a la niñez argentina

La niñez es particularmente vulnerable a los efectos de la contaminación ambiental, ya que en esta etapa de la vida (en pleno desarrollo físico) la exposición a contaminantes puede provocar enfermedades respiratorias, alergias, problemas de aprendizaje y otras complicaciones en la salud. Incluso las condiciones precarias del hábitat afectan el desarrollo social y emocional de niñas y niños, limitando sus oportunidades de futuro.

Maestría en Desarrollo Sustentable BioArquitectura, NeuroArquitectura, Hábitat Saludable y Sustentable

El cambio climático y la degradación y contaminación ambiental afectan más a la niñez y a la adolescencia. Por sus características biológicas, la exposición temprana a químicos y contaminantes les provoca mayores problemas que a las personas adultas. Además, la situación de vulnerabilidad y tasa de pobreza de niños/as y adolescentes son mayores y hacen que tengan una menor capacidad de afrontar dichos riesgos. A su vez, cuando la temperatura, frecuencia e intensidad de inundaciones y sequías son mayores pueden generar problemas de salud que les afectan desproporcionadamente, como dengue, enfermedades ligadas a la contaminación del agua o desnutrición.

En comparación con los adultos, los niños necesitan más alimentos y agua por cada unidad de peso corporal; tienen menos capacidad para sobrevivir a los fenómenos meteorológicos extremos; y son más susceptibles a las sustancias químicas tóxicas, los cambios de temperatura y las enfermedades, entre otros factores. El ambiente en el que los niños/as y adolescentes desarrollan la vida es fundamental en su proceso de crecimiento físico y desarrollo de capacidades. Además, son los jóvenes quienes están más preocupados por el cambio climático, lo que afecta su bienestar emocional y puede generar ansiedad, pánico y distrés climáticos.

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En 1989, la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (tratado que Argentina ratificó en 1990) estableció en su Artículo 24 la adopción de medidas por parte de los Estados Parte, que aseguren "la aplicación de la tecnología disponible y el suministro de alimentos nutritivos adecuados y agua potable salubre, teniendo en cuenta los peligros y riesgos de contaminación del medioambiente". Asimismo, la Constitución Nacional Argentina en sus Artículos 41 y 14 bis, legisla sobre la presente temática. Estableciendo el primero, que "todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano", y el segundo por su parte, el "derecho al acceso a una vivienda digna". Siendo resaltado esto último, a su vez, por la Declaración de los Derechos Humanos, en su Artículo 25°. En materia legislativa, a nivel nacional también es pertinente mencionar la Ley 26.061 de Protección Integral de los Derechos Humanos, cuyo Artículo 21 declara que "las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, así como a la preservación y disfrute del paisaje."

Veamos, ¿Qué tanto se cumple al respecto?, ¿qué coherencia o no demuestran nuestros gobiernos sucesivos, a la fecha, en el cumplimiento de nuestra Constitución Nacional y de los pactos y compromisos internacionales a los que adherimos y ratificamos?

Pablo Vinocur, cientista social de larga trayectoria en organismos nacionales e internacionales, actual director de la Maestría de Desarrollo Humano en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), nos dice: "América Latina está en una trampa de alta desigualdad y bajo crecimiento en la cual los niños y niñas son los más afectados dado los altos niveles de pobreza. A ello, se suma el efecto de la pandemia que ha agravado las desigualdades estructurales ya existentes. Más de la mitad de los niños y niñas en Argentina son pobres. Esta situación es incompatible con un horizonte de futuro para nuestro país. Todos los sectores de la sociedad son corresponsables al momento de garantizar el bienestar de la niñez. En el actual contexto, la inseguridad alimentaria se traduce en una forma de expresión de privación caracterizada, en nuestro caso, en formas de malnutrición como el sobrepeso y la obesidad como caras visibles de la pobreza".

Según un estudio de UNICEF (2021), en Argentina más de 2,8 millones de chicas y chicos de 0 a 14 años se encuentran en riesgo climático/ambiental. Esto resulta de relacionar las vulnerabilidades con amenazas como contaminación, sequía, olas de calor, deforestación, actividad petrolera y megaminería, saneamiento insuficiente, mal de Chagas, inundaciones, dengue, etc. Las zonas con mayor riesgo para la infancia están en el Norte y en las áreas periurbanas. Se estima que, en 2030, habrá 5 millones de niños/as y adolescentes en el país en riesgo, principalmente por vectores de enfermedades por causa del cambio climático.

Que el acceso a agua, saneamiento e higiene provenga de fuentes no seguras, así como la falta de servicios adecuados o de baja calidad en el comienzo de la vida, incrementa el riesgo de enfermedades como malnutrición, diarreas o intoxicaciones, que pueden llevar incluso a la muerte. El 85,4% de las viviendas argentinas tiene acceso a agua potable por red pública y 61,6% a red cloacal según el Censo 2022 (INDEC, 2023), pero existen amplias brechas territoriales: el agua de red se reduce hasta el 77% de las viviendas en algunas provincias y la red cloacal incluso hasta el 27%.

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El "Diagnóstico del Hábitat Infantil para un Desarrollo Sostenible" del Observatorio de la Deuda Social (ODS) de la Universidad Católica Argentina (UCA) (2024), estima que casi la mitad de la población de niños/as y adolescentes en la Argentina urbana vive en un espacio socioresidencial con algún déficit en las condiciones del ambiente de vida, revelando las condiciones precarias del hábitat en los barrios populares y su impacto en la salud y el desarrollo de los infantes. Las plagas son el primer problema que se registra, seguido por basurales a cielo abierto, quema de basura y, en menor medida, se registra la presencia de fábricas contaminantes.

Se evidencia, además, una significativa desigualdad social regresiva para los niños/as y adolescentes más pobres, tanto es así que los niños/as adolescentes en el estrato social trabajador marginal tiene el doble de probabilidad de vivir en un medio ambiente contaminante y contaminado que un par en el estrato medio profesional. Esta problemática afecta al 40% o más de los niños/as y adolescentes de los aglomerados urbanos del país, pero en mayor medida a los que residen en el conurbano bonaerense (especialmente en zona oeste y sur) y a más del 70% de los niños/as y adolescentes tucumanos.

Fuente: Unsplash

Entre los problemas predominantes en el entorno habitacional que impactan en la infancia, tenemos: la contaminación ambiental (48,6%), la ausencia de sistemas cloacales (38%), y en menor medida, situaciones de precariedad habitacional (19%) y hacinamiento (18%). Además, un punto crítico es el acceso al agua, ya que el 15% de los niños/as no dispone de agua corriente y el 20,5% tiene una mala calidad del servicio de agua. La desigualdad social agrava estas privaciones ambientales, especialmente para los niños/as y adolescentes más desfavorecidos económicamente. Esta situación se evidencia con mayor crudeza en el conurbano bonaerense y el Gran Tucumán, aunque las disparidades también existen en otros entornos urbanos, tales como Gran Rosario, Gran Córdoba y Gran Mendoza, también muy evidentes.

Los problemas ambientales y el déficit de servicios públicos en los barrios están interrelacionados, ya que la falta de desagües, por ejemplo, puede propiciar la propagación de enfermedades graves como el dengue. Asimismo, el acceso a agua potable, condiciones adecuadas de saneamiento y gas domiciliario son cruciales para la nutrición y la salud de los niños/as, así como para su desarrollo físico y sus capacidades educativas. Que niños/as y adolescentes vivan en condiciones de hacinamiento o en viviendas precarias, limita su desarrollo personal al no contar con espacios para la privacidad, el descanso adecuado o la interacción social con sus pares. La precariedad habitacional también conlleva riesgos para su supervivencia y bienestar. Aproximadamente el 10% de los niños/as y adolescentes residen en viviendas informales, lo que genera inestabilidad y vulnerabilidad en su entorno habitacional, lo que probablemente afecta negativamente el bienestar psicológico de los adultos a cargo de su cuidado y crianza.

Mirá también: El aumento contundente de la igualdad es indispensable para acabar con el colapso climático y la pobreza

Por todo ello, es indispensable y prioritario atender a nuestras infancias

  • Reduciendo considerablemente el número de muertes y enfermedades causadas por productos químicos peligrosos y por la polución y contaminación del aire, el agua y el suelo.

  • Garantizando la disponibilidad de agua, su gestión sostenible y el saneamiento.

  • Garantizando el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna.

  • Logrando que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.

  • Asegurando el acceso a viviendas y servicios básicos adecuados, confiables y asequibles.

  • Asegurando el mejoramiento de los barrios marginales.

Todos los sectores de la sociedad deben contribuir a mejorar la situación de la niñez y mitigar la actual crisis que los afecta. Esto hace indispensable: 

  • Implementar políticas públicas que mejoren el acceso a servicios básicos como agua potable, cloacas y gas natural.

  • Invertir en la infraestructura de los barrios populares, incluyendo la construcción de viviendas dignas, espacios verdes y áreas de recreación.

  • Desarrollar programas de educación ambiental y promoción de la salud.

  • Fortalecer los controles ambientales en las zonas contaminadas.

  • Garantizar la participación de las comunidades en la toma de decisiones que afectan su entorno.

Sin estas acciones urgentes, nuestros niños/as y adolescentes serán los más afectados. Son ellos víctimas de los delitos ambientales y de las migraciones por sobrevivencia. Deben adoptarse políticas serias y vinculantes para que el Estado pueda enfrentar los flagelos ambientales de la actualidad, los cuales nos están llevando a alcanzar un punto de no retorno y a admitir que los niños/as y adolescentes serán los más afectados por la crisis del cambio climático y la creciente contaminación ambiental.



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