¿Fin a la ley de la petropolítica? La caída del barril no suavizó el embate ambiental en Venezuela
La teoría postula que el precio del crudo y el estado de derecho son inversamente proporcionales, pero Venezuela es la excepción.
El prestigioso periodista Thomas Friedman, columnista de The New York Times y ganador en tres ocasiones del premio Pulitzer, desarrolló hace más de una década una teoría que parecía magistral: el precio del petróleo y el avance de las libertades van siempre en direcciones opuestas en los Estados petrolistas.
De acuerdo con esta "Primera ley de la petropolítica", mientras más sube precio mundial medio del crudo, más se deterioran la libertad de expresión, las elecciones libres, el funcionamiento de los partidos políticos, la independencia del sistema judicial, el estado de derecho, la libertad de prensa, y por supuesto, el medioambiente.
Se trata de una gran paradoja: cuando la riqueza ingresaba por la puerta de estas naciones, la democracia y la sustentabilidad se marchaban por la ventana. Para respaldar su teoría, Friedman citó varios ejemplos, como Venezuela, Rusia, Nigeria e Irán.
Sin embargo, las cosas parecen estar cambiando en esta última década. Luego de superar los 100 dólares por barril, el crudo entró en un tobogán descendente que se agravó con la parálisis económica que generó la pandemia de coronavirus.
Pero en lugar de asomar las libertades, como pronosticaba Friedman, ocurrió lo contrario. El mejor ejemplo es el régimen venezolano.
El chavismo fue el principal causante de una caída del 86% de su PBI en apenas 10 años, pero lejos de "aflojar la soga", los ocupantes del Palacio de Miraflores se volvieron más autócratas que nunca y siguen contaminando como nunca antes su rico hábitat local.
Las autoridades de Caracas promocionan un supuesto "eco socialismo" pero fueron responsables en los últimos años de al menos ocho desastres.
- Derrames de crudo hacia el océano sin precedentes (como el registrado en las costas de Falcón);
- Depredación inusitada de las condiciones del "arco minero" del país donde se extrae oro, bauxita y diamantes (ocupa el 12% de la superficie nacional);
- Liquidación de la fauna y la flora autóctona por sobreexplotación de los recursos naturales;
- Aumento en dos décadas de su tasa de deforestación (lo equivalente a 200.000 canchas de fútbol), según la Red Amazónica de Información Ambiental;
- El gigantesco Parque Nacional El Ávila, en la ciudad capital, se utiliza para abastecimiento popular de agua, aseo personal y lavado de ropa debido al colapso de las redes de abastecimiento de tan vital elemento;
- Ante la incapacidad para trasladar y enterrar los residuos urbanos, se acumula los desechos en las laderas de las montañas que existen junto a las principales ciudades;
- El lago de Valencia, el segundo más grande, se ha convertido en una pesadilla para los vecinos de zonas circundantes debido a la putrefacción que flota en aguas que fueron convertidas en vertedero sanitario;
- El espejo de agua dulce más decisivo, Maracaibo, está sufriendo agresiones muy severas. El Colegio de Ingenieros del estado Zulia definió como "ecocidio" a la degradación ocurrida. La entidad denunció que PDVSA vierte irresponsablemente cerca de 250 barriles de petróleo al día en el lago, sin ningún tipo de mantenimiento o correctivo.