De dónde viene el negacionismo del Cambio Climático
El negacionismo del cambio climático es una amalgama que une a extremistas religiosos con ultraliberales y libertarios, la extrema derecha europea, cargos políticos, científicos solitarios y grandes empresas multinacionales defensoras y beneficiarias del uso de los combustibles fósiles, con su poderoso aparato de poder detrás.
En muchos casos las posturas negacionistas responden a un trasfondo económico, pero en otros, resultan meramente de un rechazo ideológico que involucra incluso a expresidentes: Ronald Reagan, George Herbert Walker Bush, George Walker Bush (h), Donald Trump (EE.UU.), Nicolas Sarkozy (Francia) y Jair Bolsonaro (Brasil), ex primeros ministros: Boris Johnson (Reino Unido) y políticos como: Santiago Abascal (Vox, España), Thierry Baudet (Foro para la Democracia, Austria), Marine Le Pen (Reagrupación Nacional, Francia) y el presidente electo Javier Milei (La Libertad Avanza, Argentina).
Mirá también: Negar lo innegable y gobernar: ejemplos de jefes de Estado que relativizan el cambio climático
La comunidad científica internacional concuerda de manera casi unánime en que la actividad humana es la causante del ascenso de la temperatura del planeta. En 2013, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC ), un organismo de expertos internacionales formado en 1988 bajo el auspicio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lo calificaba de "extremadamente posible", con una seguridad del 95%. Hoy, a contraprueba de los eventos climáticos extremos y su periodicidad de incidencias y reincidencias, entre tantas otras demostraciones a considerar, es prácticamente indiscutible.
El artículo científico "Más del 99% de consenso sobre el cambio climático causado por el hombre en la revisión por pares literatura científica" de Mark Lynas, Benjamin Z Houlton y Simon Perry, del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva y del Departamento de Desarrollo Global, de la Universidad de Cornell, EE.UU. (2021), analizó 88.125 textos académicos sobre cambio climático, concluyendo que el 99.966% de los estudios coincidían en que el actual cambio climático está siendo provocado por el ser humano. Desde hace años, la comunidad científica investiga los drásticos cambios en el clima, los impactos a corto, medio y largo plazo de la quema de combustibles fósiles y el consecuente aumento de los Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Frente a la amenaza global que enfrentamos, científicos y científicas climáticos tienen que lidiar con un negacionismo persistente que, aunque fácilmente refutable, sigue minando y contaminando redes sociales, discursos políticos y empresariales, y confundiendo con ello a una porción de la población que repite, sin suficiente conocimiento de lo que expresa, los slogans y las campañas de desinformación que los reaccionarios climáticos les proponen. Al punto de resignificar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y su Agenda 2030 (llamamiento universal a la acción para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y mejorar las vidas y las perspectivas de las personas en todo el mundo) como acciones satánicas y genocidas.
¿De dónde provienen las falacias y argumentos clásicos del negacionismo climático?
Los negacionistas pretenden que los eventos catastróficos a los que enfrentamos a lo largo de la historia de la Tierra son el resultado de cambios espontáneos que se han manifestado en mayor o menor medida a través de los años. Desconocen la irracionalidad e irresponsabilidad de las acciones humanas, el origen antrópico del calentamiento global que padecemos y que tiende a incrementarse exponencialmente en los próximos decenios.
Mirá también: El negacionismo climático es el nuevo terraplanismo
Frederick Seitz, físico estadounidense, referente de la física del estado sólido, con una prolífica carrera de docencia universitaria e investigación científica, fue pionero y figura central entre los escépticos del calentamiento global.
Seitz fue el científico de más alto rango entre un grupo de incrédulos que, a principios de la década de 1990, cuestionó resueltamente las sugerencias de que el calentamiento global era una amenaza grave, con argumentos tales como que la ciencia detrás del calentamiento global no era concluyente y que "ciertamente no justificaba imponer límites obligatorios a las emisiones de gases de efecto invernadero".
Ferviente opositor al Protocolo de Kyoto, se convirtió en lobbista de intereses y objetivos de empresas tabacaleras, petroleras y petroquímicas.
Fue presidente y presidente emérito de la Universidad Rockefeller, íntimamente vinculada con las empresas del Grupo Rockefeller: desde la petrolera original Standard Oil y sus "descendientes": Exxon Mobil, Chevron, Sohio, ConocoPhilips y Amoco, JP Morgan Chase, entre otras.
También fue presidente fundador del Instituto George C. Marshall, que en la década de 1990 se diversificó para convertirse en uno de los principales grupos de descrédito a la ciencia del cambio climático, poniendo en duda los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y publicando artículos en los que se negaba la atribución de los cambios climáticos al incremento de los GEI.
El Instituto George C. Marshall también promovió el escepticismo ambiental de manera más general. En 1994, el Instituto publicó un artículo de Seitz titulado "Controversias sobre el calentamiento global y el agujero de ozono: un desafío al juicio científico" en el que cuestionó que los clorofluorocarbonos (CFC) "son la mayor amenaza para la capa de ozono" . En el mismo artículo, al comentar sobre los peligros de la inhalación secundaria del humo del tabaco, concluyó que "no hay evidencia científica sólida de que la inhalación pasiva sea realmente peligrosa en circunstancias normales." Seitz estuvo fuertemente relacionado con la química DuPont (dueña de la patente del freón, gas refrigerante compuesto por CFC), producto dañino para la capa de ozono.
Seitz trabajó como consultor permanente para R.J. Reynolds Tobacco Company, (importante sponsor del área biomédica de la Universidad Rockefeller) en la que "desempeñó un papel clave... al ayudar a la industria tabacalera a generar incertidumbre sobre los efectos del tabaquismo en la salud."
Según los historiadores de la ciencia Naomi Oreskes y Erik M. Conway, Frederick Seitz es parte de un grupo de científicos: Fred Singer, Piers Corbyn, Nir J. Shaviv, Steven Koonin antiguo científico jefe de la British Petroleum (BP), Philip Cooney líder de equipo de clima del American Petroleum Institute contratado oportunamente por George W. Bush para hacer campaña contra el cambio climático, entre otros. Estos científicos, a cambio de embolsar importantes sumas de dinero, lucharon contra la evidencia científica, y sembraron la confusión y las dudas sobre muchos de los temas más importantes de nuestro tiempo como la nocividad del humo del tabaco, las lluvias ácidas, los CFC, los pesticidas y el calentamiento global.
Las campañas organizadas para socavar la confianza del público en la ciencia del clima están asociadas a políticas económicas conservadoras y respaldadas por intereses industriales que se oponen a la regulación de las emisiones de CO2. El negacionismo del cambio climático está asociado con el lobby de los combustibles fósiles y los defensores de la industria que los provee. Más del 90% de los documentos negacionistas sobre el cambio climático proceden de think tanks de la ultraderecha norteamericana y europea. Varios think tanks fueron financiados por ExxonMobil, para impugnar el cambio climático: Competitive Enterprise Institute, Cato Institute, Heritage Foundation, Hudson Institute, Instituto Fronteras de Libertad, Reason Foundation, Centro de Economía y Leyes de la George Mason University, e Independent Institute.
Un estudio publicado en la revista Science confirma que las compañías de combustibles fósiles sabían desde hace mucho tiempo (1970) que los gases de efecto invernadero intensificaban el cambio climático inducido por los humanos. Este estudio siguió a un informe publicado en diciembre por el Comité de Supervisión y Reforma de la Cámara de Representantes de Estados Unidos en el que se documentan décadas de "lavado de imagen" con aparentes campañas de cuidado del medioambiente y afirmaciones falsas sobre el cambio climático por parte de las empresas ExxonMobil, Chevron, Shell, Brtish Petroleum (BP), el Instituto Estadounidense del Petróleo y la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Sus ejecutivos mintieron durante décadas y no revelaron a la población lo que sus propios científicos habían concluido. Como resultado, nunca comenzamos la transición energética y ahora nos encontramos sumidos en este mundo de amenazas, dolor, incertidumbre y devastación climática.