Las dos caras del éxito uruguayo en la generación de energías renovables
Es uno de los países que más avanzado está en esta tecnología, pero sus costos no son tan ecofriendly.
Uruguay es el segundo país del mundo con mayor incorporación de energías renovables en su matriz energética. Con 43 parques eólicos instalados, produce un tercio de la electricidad que consume gracias a sus aerogeneradores (33%), a pesar de que este proceso comenzó hace apenas dos décadas. El resto proviene de la energía hidráulica (29%), de la leña, el gas licuado y la biomasa (23%), del gasoil (10%), de la energía solar (3%) y del fueloil (2%).
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La única nación que lo supera es Dinamarca. Completan el "top ten" planetario Irlanda, Alemania, Grecia, España, Reino Unido, Portugal, Australia y Holanda, en ese orden.
La energía eólica y la solar son consideradas energías no despachables o no programables: significa que deben utilizarse de manera inmediata. La energía hidráulica, por el contrario, puede almacenarse, lo que permite dosificarla. Se trata de un matrimonio casi perfecto.
Por las noches, Uruguay suele tener excedente de megavatios, por lo que aprovecha para exportarlos hacia Argentina y Brasil, sus dos únicos vecinos.
La llamada Banda Oriental adoptó las energías renovables para no depender más de las cotizaciones volátiles que tienen los hidrocarburos a nivel internacional. Lo hizo por necesidad y de la mano del ex presidente Jorge Batlle, quien les abrió la puerta a las inversiones privadas en este sector estratégico.
Colocar un molino eólico de un megavatio tiene un costo estimado de entre 1,5 y 2 millones de dólares. Los contratos se llamaron PPA (Purchase Power Agreement) y establecieron que la compra de energía por los próximos 20 años se haría de contado a precio de mercado. El precio fijo establecido por el Estado les dio seguridad y rentabilidad a los inversores.
¿Cúanto pagan los uruguayos por esta energía privada?
Sin embargo, existe una desventaja. Las empresas privadas representan el 80% de la generación nacional de energía y estas compañías les cobran a los usuarios precios elevados. Se trata del país de la región que más caro cobra la energía eléctrica a los clientes residenciales. Más que Chile y Brasil. Muchísimo más que Paraguay y Argentina.
En agosto de 2021, el reporte de indicadores energéticos de SEG Ingeniería, una consultora uruguaya de reducción de costos energéticos, mostró que en Uruguay se cobran 242 USD el megavatio/hora (MWh), mientras que en Chile cuesta 179 USD, en Brasil 165 USD, en Argentina 66 USD y en Paraguay 59 USD.
Consultado por Carbono.news, el periodista Gustavo Descalzi, corresponsal en Montevideo de América TV, reveló: "El promedio de pago de una familia tipo cada mes se ubica en unos 22USD (4500 pesos argentinos) sin uso de aire acondicionado. En los meses de junio, julio, agosto y septiembre esa cifra puede crecer hasta 55USD (más de $11000) ya que los calefones y las estufas son eléctricos en su mayoría".
Y añadió: "Para evitar semejante costo en invierno, la mayor parte de los hogares cuenta con garrafas de gas licuado de 10 a 15 kilos. Gracias a estos cilindros metálicos, se puede cocinar y calefaccionar un hogar durante dos meses. La recarga de GNL es mucho más barata que la luz: cuesta unos 14 USD".
Quien quiera utilizar el aire acondicionado en modo calor durante los meses más fríos se expone a pagos cercanos a los cien dólares mensuales (más de $20.000).
"Las garrafas tienen un precio fijado por ANCAP (la compañía petrolera uruguaya). Existen cuatro compañías distintas que las distribuyen", agregó Descalzi.
Gracias a este sistema mixto que combina la utilización de energías renovables y energías fósiles, los hogares evitan pagos que podrían volverse prohibitivos. Restringirse en el consumo interno para afianzar exportaciones y obtener dólares (como hacen con la carne vacuna y los lácteos) es una fórmula exitosa a la que recurren los distintos gobiernos uruguayos con independencia de su orientación ideológica.
Sin embargo, ¿se trata de soberanía energética o solo beneficios para el ambiente y empresarios?, ¿no podrían ser más bajos los precios?, ¿qué pasa con la soberanía alimentaria si aún persiste el agronegocio contaminante por los feedlots como fuente de ingreso de divisas? Aún queda un largo camino por recorrer.