Reducir la huella de carbono: los supermercados europeos son la trinchera inicial de la lucha
Recorrer hoy un comercio de cualquier capital del viejo continente supone enfrentarse a cada paso con todo tipo de carteles que le advierten al consumidor sobre cómo contribuir con el freno al cambio climático o al maltrato animal.
Recorrer hoy un comercio de cualquier capital de Europa supone enfrentarse a cada paso con todo tipo de carteles que le advierten al consumidor sobre cómo contribuir con el freno al cambio climático o al maltrato animal.
Si en Europa se recorren las góndolas de un supermercado, se verá que las tiendas colocan en cada pasillo avisos como los siguientes:
producto local, que no ha sufrido traslados en medios de transporte de larga distancia
mercadería a granel, no necesita packaging ni bolsas de plástico para su envasado
alimento cuya producción no significó sufrimiento para otras especies
En emprendimientos barriales y también en las grandes superficies, se pueden comprar, sin necesidad de utilizar latas o cajas, fideos, arroces, cafés, chocolates, frutos secos, aceites, manteca de cacao o comida para mascotas.
En casi todos los locales, la modalidad de venta es similar: el cliente lleva su propio recipiente, se lo pesa vacío y se anota el kilaje. Luego, se introduce lo que se desea adquirir y se lo vuelve a poner en la balanza. Se resta el peso del receptáculo y se obtiene el contenido final.
El fenómeno en Argentina
Esta modalidad llegó a la Argentina y se instaló con éxito en el barrio porteño de Belgrano por medio del emprendimiento Cero Market. Pero, lamentablemente, estamos aún muy lejos del nivel de oferta que ostentan capitales como Madrid, Londres, Roma, París o Berlín.
Las empresas que confeccionan el packaging en Argentina están cartelizadas, son oligopólicas, y sus productos representan buena parte del costo total. Lo mismo ocurre con las botellas de vidrio. Todo resulta muy caro para una clientela pauperizada.
Envasar harinas, café o azúcar aumenta los valores en un 4 o 5%. Pero, en una mermelada, el frasco debe ser de vidrio para conservar mejor los sabores y, entonces, el porcentaje trepa hasta una tercera parte del precio.
La experiencia de una periodista argentina en Alemania
Consultada por Carbono.news, Susana Pozzi narró cómo resultó hasta hace poco su vida diaria en Alemania: "Los negocios ponen carteles en cada góndola, en cada cajón que se exhibe. Te advierten si las manzanas fueron producidas en una región cercana a Frankfurt o en África. Vos elegís si compras lo más próximo o lo que tiene una fuerte huella de carbono. Por lo general, los vecinos priorizan la propia geografía para beneficiar a los agricultores locales y mejorar el medio ambiente. La frutilla cosechada a pocos kilómetros es preferida a la que puede llegar desde España o Israel. Los germanos prefieren también el vino surgido de las riberas del Rin a los que arriban desde el Mediterráneo o América. Casi todo está etiquetado o señalizado para que las adquisiciones se hagan a conciencia. La gran mayoría quiere frenar el efecto invernadero y el maltrato animal".
El beneficio para el consumidor es doble. Por un lado, menor precio. Por el otro, menor daño a la naturaleza. Sin embargo, los eslabones de las grandes cadenas solamente se "sensibilizan" con estos temas cuando los consumidores les exigen que se pongan a la altura de las circunstancias.
Primero, debe cambiar la gente. Luego, se modificará la forma de ejercer el comercio.