Tecnología y urbanismo
Arquitectura, salud y ambiente

NeuroArquitectura para el mejoramiento ambiental y de la salud integral. Primera Parte

La próxima revolución en materia de Arquitectura será liderada por una disciplina relativamente nueva en el imaginario colectivo: la NeuroArquitectura. Hará posible aquella valiosa enseñanza del gran arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright: "la Arquitectura es el triunfo de la imaginación humana sobre materias, métodos, y hombres, para poner al hombre en la posesión de su propio mundo".

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¿Qué sucede si nuestras vidas transcurren en espacios y construcciones plagadas de patologías tecnológicas (tecnopatías)? ¿Qué pasa si sus diseños (formas, proporciones, colores, iluminación, etc.) no responden a los patrones que armonizan con nuestra Naturaleza y que, por tanto, los hacen hostiles e insalubres para la actividad cotidiana de habitarlas?

Para tener Buen Vivir, salud y plenitud, es esencial habitar en edificios sanos y vitalizantes. La BioArquitectura nos enseña que para superar los problemas de agresión y daño ambiental, se hace indispensable diseñar y armonizar espacios y ambientes considerando prioritariamente las características biológicas que afectan al hombre y a sus necesidades. La tan deseada relación integradora entre el Hombre, su Hábitat y la Naturaleza. Partiendo de este enfoque, la NeuroArquitectura, investiga las influencias e impactos del entorno sobre nuestro sistema nervioso en general, en particular sobre nuestro cerebro y campos mentales, y sus improntas modificatorias de la química cerebral, las emociones, los pensamientos, las conductas y el comportamiento humanos.

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La NeuroArquitectura es una disciplina en la que convergen arquitectos y neurocientíficos, y su objetivo es crear y restaurar espacios saludables y estimulantes, dando respuestas concretas para el logro del Buen Vivir, la creatividad, la productividad y la cooperación. Edificios y espacios que reduzcan el estrés, la ansiedad y el desánimo, y generen calma, serenidad y gratificación. Enfocándose tanto en aspectos funcionales, formales, estéticos como en aspectos simbólicos, y la insoslayable integración con los espacios exteriores y la Naturaleza.

La NeuroArquitectura no es nueva, lleva casi 70 años implementándose como tal. Es más, de hecho se ha usado históricamente a la Arquitectura para imprimir determinados estímulos a los usuarios. Desde la antigüedad, los seres humanos nos hemos valido de los edificios para expresar y provocar determinadas emociones en la gente. En la Arquitectura religiosa, los templos, las tumbas y las catedrales, lograban crear un ambiente sagrado, misterioso o monumental gracias a la elección apropiada de la escala, la gradación de las alturas, el uso deliberado de la iluminación, la acústica, la simetría, etc.

Utilizando recursos similares, los poderes terrenales también se sirvieron de esta capacidad de la Arquitectura para transmitir ideas, estados de ánimo y sentimientos. El lujo y la grandiosidad con que reyes, príncipes y emperadores construyeron sus palacios y sedes de gobierno, ayudaban a consolidar y a fortalecer su imagen y su poder frente al pueblo. 

A fines del siglo XVIII, el entorno construido también se empleó para controlar la conducta de los prisioneros en las cárceles. Con la aplicación del modelo panóptico de Bentham, la exposición visual provocaba que las sensaciones de vigilancia y control fueran omnipresentes.

Así, a través de un uso adecuado de la composición y el diseño de los edificios, los arquitectos de todas las épocas han sabido intuitiva o conscientemente cómo movilizar las emociones de la gente, modelando sus percepciones y su pensamiento. Esta fue la revelación que llevó a Jonas Salk a relacionar las Neurociencias con la Arquitectura

A mediados de los ‘50 del siglo XX, Salk estaba empeñado en encontrar una vacuna contra la poliomielitis pero, recluido en su laboratorio ubicado en un sótano de la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos (EE.UU.), su trabajo no progresaba. Fue entonces cuando decidió viajar a Asís, Italia, donde pasó una temporada en el Convento de San Francisco, una construcción del siglo XIII. Allí, admirando y recorriendo esos amplios claustros, las ideas fluyeron nuevamente.

Salk quedó convencido de que la Arquitectura del convento había estimulado su imaginación otorgándole la claridad mental necesaria para encontrar el concepto de la vacuna que tanto buscaba, junto con la forma de producirla. Gracias a esta experiencia, se afianzó su creencia de que el entorno construido tiene una profunda influencia sobre la mente y, una vez de regreso en los EE.UU., convocó al gran maestro de la Arquitectura Louis Kahn, para desarrollar y construir el Instituto Salk de Estudios Biológicos, complejo de laboratorios situados en La Jolla, en el estado de California, referencia mundial en el mundo de la biología. El edificio fue diseñado por Louis Kahn (entre 1959 hasta 1965 en que fue inaugurado). Este centro de investigación de vanguardia es considerado el primer referente de la NeuroArquitectura.

Uno de sus fundamentos científicos: la Epigenética, que estudia las interacciones entre genes y ambiente, nos demuestra que el ADN no determina el comportamiento celular, y que son las proteínas, en función de las señales ambientales y nuestra percepción e interpretación de las mismas, quienes gobiernan las funciones de la célula. Como directores de orquesta, su movimiento administra el movimiento celular que rige nuestras funciones orgánicas. Nuestra biología se adapta a la información ambiental (que en buena medida proviene de los espacios arquitectónicos que habitamos y transitamos), que penetra por nuestros sentidos y a la interpretación que nuestra mente hace de esa información, es decir, lo que pensamos acerca de lo que nos pasa, nos rodea y nos contiene.

Instituto Salk de Estudios Biológicos. Fuente: Instituto Salk

En un ambiente tóxico, las células enferman y mueren. No están orgánicamente enfermas ni determinadas por el ADN, sino que enferman como respuesta a un entorno insano o una percepción insana del entorno. La mente le dice a nuestra biología lo que está pasando en el mundo y lo que debemos hacer para ajustarnos a esos eventos. El sistema nervioso es el mediador entre las señales ambientales y el comportamiento celular. Podríamos decir que es el árbitro que decide qué mecanismos biológicos activar o desactivar. Conforme a su decisión, el organismo libera los bioquímicos apropiados. Estos bioquímicos llegan a la célula, se comunican con las proteínas y les indican cómo orquestar el movimiento celular, las funciones de la vida.

La interpretación de las señales ambientales es trabajo de la mente y el espacio arquitectónico será un importante condicionante al respecto. Cuando pensamos que el entorno contiene amenazas (cuando nos hallamos bajo estrés, miedo, ansiedad o depresión) activamos el modo de protección, el sistema nervioso simpático. Todas nuestras funciones de crecimiento orgánico se detienen al instante y también se detienen todos nuestros procesos cognitivos superiores. Las hormonas del estrés y los agentes inflamatorios -tales como el cortisol, la epinefrina, las citoquinas o la histamina- invaden nuestro sistema, detienen el crecimiento biológico y debilitan el sistema inmune. 

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Mantenernos en este modo de lucha o huida por períodos demasiado dilatados es realmente peligroso. Para conservar nuestra salud necesitamos reemplazar cientos de miles de millones de células diariamente. Si estamos constantemente en protección, esto no sucederá. El resultado: desequilibrio y enfermedad.

Cuando nos sentimos seguros y libres de amenazas, nuestro sistema nervioso activa el modo de crecimiento, también llamado respuesta de relajación o sistema nervioso parasimpático. La sangre comienza a fluir abundantemente en el torso y la cabeza, donde se encuentran nuestros órganos y todas nuestras funciones de crecimiento. Liberamos bioquímicos como la dopamina, la serotonina, la endorfina, la oxitocina, la vasopresina y la hormona del crecimiento, que realzan nuestra salud. Nuestro cuerpo mantiene su integridad, nuestras células se dividen con normalidad y todas nuestras funciones orgánicas operan óptimamente.

¿Qué puede hacer la Arquitectura al respecto, para el mejoramiento de la salud integral ?

Ante este panorama de cómo nuestra biología / psicología responden a los estímulos de nuestro entorno, de acuerdo a lo que nuestros sentidos nos proveen, la respuesta es: NeuroArquitectura, que investiga y desarrolla cómo debe ser el diseño del espacio para facilitar el Buen Vivir, mejorar el estado de confort psicofísico, aumentar nuestro rendimiento y productividad y reducir el estrés, la ansiedad, la depresión, la inseguridad y otros factores que nos producen conflictos perjudiciales a la salud.

Si analizamos cuánto tiempo de nuestra vida pasamos dentro de un edificio: nuestra casa, la de amigos, la oficina, el centro de compras, comercios en general, el banco, el municipio, la escuela o universidad, el club deportivo, etc., concluimos que equivale casi a un 90% para la mayoría de las personas. Ignorar la incidencia que tiene ese factor en nuestro estado de ánimo, productividad o salud es negar en muchos casos las raíces de varios problemas.

Se hace indispensable crear espacios más humanos y saludables, que respondan a las necesidades de quienes los ocupan. Estas necesidades pueden ser tanto estéticas como simbólicas y es ahí donde entra en juego la NeuroArquitectura, por supuesto optando por activar el modo de crecimiento.

Así, la NeuroArquitectura investiga y da respuestas a las interacciones sensoriales que experimentamos cotidianamente:

  • A través de la Vista: capturamos la luz, la interpretamos cono color y la transformamos en mensaje (Biología y Psicología del Color). Percibimos brillos, claridad, sombras y penumbras.

  • A través de la Audición: recibimos las ondas sonoras que convertimos en actividad neuronal específica. Percibimos ruidos, sonidos y silencios.

  • A través del Tacto: captamos cualidades de los objetos como: presión, temperatura, textura, forma.

  • A través del Gusto: cosechamos sabores que transmitimos al cerebro, detectando con ello mayor amargor, pungencia /astringencia, dulzura, acidez o salsedumbre.

  • A través del Olfato: reconocemos olores, aromas, perfumes y fragancias que registramos cerebralmente.

Realizando con todas ellas constantes lecturas (conscientes y subconscientes) sobre imágenes, superficies, objetos, formas, volúmenes y materiales. Posteriormente, todas ellas influirán biológica y psicológicamente en nuestras conductas y respuestas.

Continuará...


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