"A China le interesa apoyar los planes medioambientales de Brasil"
Brasil, que actualmente desempeña un papel destacado en la diplomacia mundial, puede encontrar nuevas áreas de cooperación con China para impulsar la sostenibilidad, afirma Maiara Folly, de Plataforma CIPÓ
La reciente visita del líder chino Xi Jinping a Brasil con motivo de la cumbre del G20 supuso el refuerzo de los estrechos lazos entre ambos países, con la firma de 37 nuevos acuerdos y promesas de una colaboración aún más intensa.
China es el mayor socio comercial de Brasil desde 2009, con un comercio bidireccional que alcanzó los 157.500 millones de dólares en 2023, y se ha posicionado como inversor y proveedor clave en la expansión de las energías renovables, las infraestructuras y la fabricación de vehículos eléctricos del país sudamericano, entre otros sectores.
A pesar de las crecientes especulaciones previas a la reunión bilateral, el presidente brasileño Lula de Silva no se unió finalmente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), la emblemática iniciativa china de infraestructuras globales. Sin embargo, los dos países acordaron "encontrar sinergias" entre la BRI y las propias estrategias de desarrollo de Brasil. También prometieron incrementar el diálogo entre China y el bloque comercial Mercosur.
En una entrevista concedida a Dialogue Earth con motivo de la cumbre climática COP29 en Azerbaiyán, Maiara Folly, cofundadora y directora ejecutiva del think tank brasileño de asuntos exteriores Plataforma CIPÓ, defendió que ambos países pueden trabajar juntos para potenciar la sostenibilidad. Folly también reflexionó sobre el papel de Brasil en la diplomacia mundial en materia de clima y energía, a través de instituciones como el G20 y los BRICS, así como sobre las posiciones de socios como Estados Unidos y la Unión Europea en las transiciones verdes.
Dialogue Earth: Brasil ha dejado claro desde hace tiempo su compromiso con la autonomía y la no alineación en su política exterior. Dados los cambios políticos en curso, en particular las recientes elecciones estadounidenses, ¿ve algún reto en este sentido, o cambios de alineación, en particular con respecto al clima y el medioambiente?
Maiara Folly: Brasil intenta adoptar un enfoque pragmático con buenas relaciones con China y Estados Unidos. Hasta cierto punto -con algunas excepciones en el periodo del ex presidente Jair Bolsonaro- ha tenido éxito en alcanzar ese equilibrio. Brasil tiene una buena relación con ambas partes, pero la elección de Donald Trump hará que la política exterior brasileña trabaje un poco más. No es ningún secreto que Lula y Trump tienen una visión muy diferente de la geopolítica y en temas específicos como la agenda climática y de derechos humanos, que han ganado protagonismo en la política exterior brasileña.
Lula tiene mucha experiencia y está muy implicado en política exterior, e intentará mantener una buena relación pragmática con Estados Unidos. Veremos un mayor papel de los actores subnacionales en la relación bilateral, como parlamentarios y gobernadores estatales. Sin embargo, podría crear un problema en cuanto a los espacios multilaterales. Podríamos asistir a una salida de la administración estadounidense del Acuerdo de París, y Brasil será la sede de la COP30. Mantener el compromiso estadounidense en el espacio climático será importante para Brasil.
Parece haber una creciente coincidencia entre las visiones de China y Brasil sobre el desarrollo, el medioambiente y la solidaridad Sur-Sur. ¿Cómo describiría la asociación entre ambos países y su futuro?
La relación bilateral ha ganado más protagonismo y China es el mayor socio comercial de Brasil. Hay mucha preocupación entre los grupos ecologistas por las repercusiones de la relación comercial con China, que piden que la sostenibilidad forme parte de la relación bilateral. Pero hemos visto un gran interés por ambas partes en garantizar que así sea.
China es el principal importador de productos que ejercen presión en la Amazonía, y su postura es no interferir en la legislación y la política de otros países. Esto genera confianza en Brasil, teniendo en cuenta las medidas comerciales de la UE [como su normativa contra la deforestación, muy criticada en Brasil]. El hecho de que China tenga un enfoque diferente crea una oportunidad para una relación positiva.
Hay confianza en ambas partes para pensar en una relación positiva, en términos de recompensar a aquellos [empresas y productores] que adopten prácticas sostenibles. Brasil tiene una sólida legislación medioambiental con un plan concreto para reducir la deforestación. No es una tarea fácil, requiere dinero y tecnología. Y como China tiene un gran interés en comprar productos de Brasil, incluso para su propia seguridad alimentaria, le interesa apoyar a Brasil en esos compromisos y planes que ya existen.
En cuanto a la UE, algunas de sus políticas medioambientales, como el mecanismo de ajuste fronterizo del carbono -su "impuesto sobre el carbono" a las importaciones- se han enfrentado a fuertes críticas de Brasil, directamente y en foros como las conversaciones sobre el clima de la COP. Con la evolución del panorama político europeo, ¿cómo prevé que evolucione la cooperación con Brasil?
Brasil mantiene una relación fuerte y sólida con la UE, pero es cierto que desde que la UE aprobó el mecanismo de ajuste fronterizo del carbono y su normativa sobre deforestación se ha añadido un elemento de tensión a la relación. Brasil y los países en desarrollo han condenado enérgicamente esta normativa, alegando que, aunque se presenta como una medida climática, en realidad tiene fines proteccionistas. Esto ha repercutido en la relación bilateral entre Brasil y la UE, y también en los espacios multilaterales. La declaración hecha en el G20 menciona las preocupaciones en torno a las medidas comerciales unilaterales, y Brasil y el G77 más China han estado tratando de discutir este asunto en el marco de la convención climática de las Naciones Unidas, pero como ésta funciona por consenso será muy difícil lograrlo.
Si otros aspectos de la política climática, como la financiación, funcionaran, y si hubiera transferencia de tecnología de los países desarrollados a los países en desarrollo, la agenda comercial no sería tan polémica. Pero los países desarrollados no están haciendo su parte, y sus medidas tienen un efecto desproporcionado en los países en desarrollo. Para Brasil, podría tener un impacto en su economía y en sectores específicos que quizá no puedan cumplir la legislación. Pero también es una cuestión de equidad del sistema multilateral.
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Sobre esta transferencia de tecnología y en otros ámbitos, usted ha escrito sobre la necesidad de que las asociaciones internacionales de Brasil sean "asociaciones igualitarias" mutuamente beneficiosas. ¿Cómo puede fomentarse esto?
Tenemos que conseguir relaciones en las que todos salgan ganando. No es fácil, ya que hay mucha desconfianza entre los países desarrollados y los países en desarrollo, especialmente en materia de finanzas, pero también en un sentido más amplio. Brasil y los países en desarrollo han pedido que se reforme la arquitectura financiera internacional, y en las últimas décadas se ha conseguido muy poco. En un sentido estructural, ha habido algunos avances, pero nada importante a la velocidad necesaria.
En cuanto a iniciativas concretas, en Brasil ha habido algunas. Un ejemplo es el fondo "Bosques tropicales para siempre", destinado a recompensar a los países que mantienen el bosque en pie. Los mecanismos actuales compensan a los países que reducen la deforestación, pero incluso si se alcanza la deforestación cero siguen siendo necesarias inversiones para garantizar que el bosque siga en pie. Brasil está trabajando con socios de Europa y Estados Unidos para conseguir apoyo financiero para este fondo y ponerlo en marcha antes de la COP30 [a finales de 2025]. Podría aumentar la confianza entre los países desarrollados y los países en desarrollo. Brasil también ha lanzado una plataforma de inversión para su plan de transformación ecológica, y la idea es contar con una serie de proyectos en todos los sectores de la economía para promover dicha transformación.
A nivel macro, las elecciones en EE.UU. y los cambios en ciertas dinámicas políticas en Europa podrían dificultar el avance de las reformas estructurales que necesita en términos de gobernanza, arquitectura financiera y acción climática. Pero en términos de proyectos concretos hay oportunidades, y Brasil está trabajando duro para recuperar la confianza. Esto podría beneficiar a su economía y garantizar un entorno más positivo en los espacios multilaterales de cara a la COP30.
La declaración de los líderes del G20 aboga por "transiciones energéticas justas e inclusivas" ¿Cómo está asumiendo Brasil este concepto y aplicándolo en su país, en particular, en lo que respecta a las industrias que se enfrentarán a retos en medio de las transiciones?
La transición justa es un ámbito en el que existen divergencias de visión entre los países desarrollados y los países en desarrollo, e incluso dentro de esos grupos. Los países desarrollados tienden a tener una visión estrecha de la transición justa, más centrada en los derechos de la mano de obra y en cómo reubicar a los trabajadores de sectores contaminantes a otros más ecológicos, especialmente en el sector energético. Para los países en desarrollo, la transición justa es más amplia: también se refiere a la adaptación, a otros sectores, a aspectos más amplios como la reducción de las desigualdades, la lucha contra la pobreza y el hambre y la garantía de que todo ello se incorpora a los planes climáticos.
Para la COP30, la cuestión de incorporar la equidad y la justicia en la política climática será una parte importante de la agenda de Brasil. A nivel interno, ya está tomando medidas a través de su plan de transformación ecológica, y en el G20 ha animado a otros países a adoptar enfoques similares. Este año el G20 aprobó unos principios para una transición energética justa e integradora: habla de mecanismos de protección social para incorporar a la política climática, de preocupaciones por los derechos humanos y de cómo mitigar el impacto medioambiental de la transición justa. Son principios amplios que ahora deben ponerse en práctica en diferentes contextos.
Por otra parte, Colombia propuso el mes pasado una iniciativa dirigida a la responsabilidad y la trazabilidad de la cadena de suministro de minerales críticos, y pidió a los países que adoptaran un acuerdo al respecto en la COP30. Por su parte, la ONU presentó este año un informe con una serie de principios a seguir en la extracción de minerales críticos. Como importante productor de minerales, incluida la creciente producción de litio, ¿puede Brasil tomar la iniciativa en estos debates?
Los países del Sur Global ya no consideran aceptable exportar materias primas e importar tecnologías verdes. Para Brasil es lo mismo, pero cuenta con cierta ventaja al tener un nivel de industrialización superior al de muchos países. Podría avanzar aportando más valor añadido a su cadena de suministro para garantizar que este patrón desigual no continúe. Pero es muy difícil tener influencia cuando la tecnología se concentra en un puñado de países. Ahí es donde hay potencial para la cooperación Sur-Sur. Los países que tienen minerales críticos pueden unirse y crear algún tipo de poder de negociación colectiva para intentar avanzar, en términos de transferencia de tecnología o codesarrollo tecnológico.
Brasil está desempeñando un papel clave en la diplomacia mundial como actual presidente del G20, anfitrión de la COP30 del próximo año y presidente en 2025 del bloque BRICS en el que se reúne con China. ¿Cómo puede utilizar esta posición para promover una acción positiva en las transiciones verdes?
La visión principal de Brasil es intentar crear sinergias entre esos tres procesos. En la presidencia del G20, tuvo tres prioridades: la reforma de la gobernanza global; la reducción de la pobreza y la agenda del hambre; y el desarrollo sostenible y las transiciones justas. Habrá un énfasis similar en la presidencia del BRICS. El núcleo del BRICS ha sido abogar por un multilateralismo justo y más inclusivo y por la reforma de la gobernanza mundial. La sostenibilidad puede ser un tema que vincule los tres procesos, pero ha sido muy difícil lograr el consenso, como acabamos de ver con el G20. La declaración de los líderes en relación con el clima está por debajo de lo que esperábamos. El lenguaje se ha debilitado en comparación con anteriores declaraciones ministeriales del G20.
Brasil es el país del G20 con mayor proporción de energías renovables en su mix eléctrico, pero sigue dependiendo de los combustibles fósiles para sus exportaciones y está presionando para ampliar su extracción. ¿Cómo puede el país planificar una transición justa en medio de esta realidad?
Tenemos que abandonar los combustibles fósiles y tenemos que hacerlo rápido. La mayoría de los países no van por buen camino, incluido Brasil. Estamos en una posición privilegiada, ya que la mayor parte de la electricidad del país procede de fuentes renovables y tenemos potencial para expandirnos, siendo cautelosos de cómo sucede en medio de los impactos ambientales y sociales. Brasil tendrá que abordar la cuestión de los combustibles fósiles. Tenemos un gobierno que está tomando la agenda climática como una de sus prioridades. Los combustibles fósiles son un tema políticamente delicado, y la industria es muy fuerte. Tenemos una de las mayores compañías petroleras del mundo. Es un tema que provoca tensiones dentro del gobierno entre los ministerios, así que dependerá de quién gane la lucha.
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También es importante avanzar a escala internacional. El sector crea empleo e ingresos para muchos países, aunque no se distribuyan por igual. Solo se puede esperar que Brasil abandone los combustibles fósiles si se suavizan sus restricciones financieras. Necesitamos financiación climática y cambios profundos en la arquitectura financiera para que los países del Sur Global puedan endeudarse de forma más sostenible sin crear altos niveles de deuda. Muchos países tienen que decidir ahora si invierten en clima o pagan sus deudas. La factura no cuadra. La única manera de avanzar es hacerlo en el aspecto financiero y mucho más rápido.