Cuanto más calor, más dengue
Hay muchas diferencias entre mi infancia y mi adultez, pero hay dos que son pertinentes para este artículo: el aumento de la temperatura y la cada vez mayor presencia de dengue ¿Es casual?
Hace años que, durante los meses de verano, nos hemos acostumbrado a luchar contra la presencia incansable de los mosquitos, a menudo no solo molestos, sino también peligrosos. Conocemos de memoria las campañas de prevención, principalmente contra el dengue, pero ¿alguien habla de cómo afecta el cambio climático a la propagación de esta y de otras enfermedades?
Según un artículo: "El cambio climático podría poner a miles de millones de personas más en riesgo de contraer enfermedades mortales transmitidas por mosquitos como la malaria y el dengue" ¿Por qué?
El cambio climático global implica un aumento de la temperatura media mundial. Como consecuencia de ello, las temperaturas más cálidas en algunas regiones pueden favorecer la reproducción y la actividad del mosquito Aedes aegypti, que es el vector del virus del dengue. ¿Por qué sucede esto? Porque los mosquitos se desarrollan más rápidamente a temperaturas más altas, acortando el tiempo necesario para que completen su ciclo de vida y aumentando la frecuencia de picaduras.
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Asimismo, el aumento de temperaturas puede provocar la expansión de las áreas aptas para la vida de los mosquitos, esto sucede porque el cambio climático puede modificar los rangos geográficos de los mosquitos vectores. Por lo tanto, a medida que las temperaturas aumentan y se vuelven más propicias en áreas previamente inhóspitas, los mosquitos pueden expandir su distribución geográfica, llevando el virus del dengue a nuevas regiones. Así surge de un estudio del 2021 realizado por el CONICET: "El dengue es una enfermedad cuya transmisión ocurre principalmente en climas tropicales e intertropicales. Sin embargo, en las últimas décadas, se ha expandido hacia regiones subtropicales y templadas (con estaciones marcadas); debido a los cambios climáticos, la rápida urbanización no planificada, el aumento del movimiento humano y los cambios en el uso de la tierra."
Del mismo estudio surge que, previo al 2009, la transmisión del virus en Argentina "se limitaba a las provincias del norte con climas subtropicales, pero, en los últimos años, se ha detectado en varias provincias centrales con climas templados, como Córdoba, Buenos Aires y Santa Fe, donde la presencia de los mosquitos de hábitos domiciliarios es frecuente en zonas urbanas". Más allá del registro de la expansión que ya ha ocurrido, podemos también permitirnos hacer un poco de futurología, y pensar que, si la temperatura promedio mundial sigue aumentando, también lo hará la de nuestro país y por lo tanto, algunas provincias del centro sur de la Argentina podrían en los próximos años volverse propicias para los mosquitos vectores.
Otro factor vinculado con el cambio climático tiene relación con las variaciones en la duración de las estaciones, ya que la extensión de los periodos cálidos puede afectar la estacionalidad del dengue. La Organización Panamericana de la Salud expone: "El dengue tiene un comportamiento estacionario, es decir, en el hemisferio Sur la mayoría de los casos ocurren durante la primera mitad del año, en cambio, en el hemisferio Norte, los casos ocurren mayormente en la segunda mitad. Este patrón de comportamiento corresponde a los meses más cálidos y lluviosos".
El problema entonces, es que en algunos lugares, el cambio climático puede prolongar la temporada de transmisión del virus, lo que aumenta la ventana de oportunidad para la propagación de la enfermedad. Por lo tanto, podríamos eventualmente convivir con los mosquitos vectores durante un porcentaje mucho mayor del año.
Finalmente, el cambio climático también puede afectar los patrones de precipitación, provocando eventos climáticos extremos, como lluvias intensas o sequías prolongadas, e incidiendo en la proliferación del mosquito. Estas lluvias crean las condiciones propicias para la reproducción, como por ejemplo la presencia de agua estancada.
Tal como surge de un artículo de la Universidad de Costa Rica "los cambios drásticos en la concentración de las aguas que caen y el efecto de la humedad, es un fenómeno climático que siempre va a estar relacionado a un aumento de casos de enfermedades transmitidas por vectores (malaria y dengue), ya que favorecen la reproducción, por medio de la aparición de nuevos criaderos."
Dicho todo esto, me pregunto qué tanto se refleja en la realidad, cuántas pruebas tenemos de que el aumento de temperatura haya ido de la mano con el aumento de casos de dengue. Por lo tanto, acudí a algunos informes.
Según el Servicio Meteorológico Nacional, el 2023 fue el más cálido de los últimos 62 años, caracterizado por diez olas de calor que hemos debido atravesar, con eventos de extremo calor entre noviembre y marzo.
En cuanto al dengue, la Organización Mundial de la Salud reveló que, durante el 2023, solo en América Latina se registraron más de 4,1 millones de casos de dengue convirtiéndose en el pico más alto de los últimos 40 años.
El informe realizado por los científicos deThe Lancet arrojó que la incidencia y gravedad del dengue aumentaron sustancialmente en los últimos 30 años en América Latina: "En toda la región, la influencia climática para la transmisión del dengue aumentó un 35% entre 2012 y 2021, en comparación con 1951-1960."
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Según la OMS, el cambio climático, la deforestación y la urbanización son los principales factores que contribuyen al aumento de contagios de esta enfermedad. Afirmación abonada por el ya mencionado artículo de la UCR: "Con respecto al cambio de los ecosistemas y la biodiversidad (...) una perturbación al estado natural puede ser crítico dependiendo del vector, ya que puede provocar desequilibrios que favorecen la creación de reservorios para los patógenos, la creación de criaderos, la competencia entre animales depredadores, etc".
Para profundizar un poco más, consulté a Luis Wall, bioquímico y microbiólogo, Investigador Principal del CONICET y Profesor Titular en la Universidad Nacional de Quilmes: "En la biología todos los procesos están regulados e interactúan entre sí. Cuando ocurren grandes alteraciones ambientales se generan desequilibrios en los estados estacionarios y eso puede producir la explosión demográfica de algunos componentes de la biodiversidad, eso genera la aparición de enfermedades. La deforestación producida por la expansión de la frontera agrícola y la quema de pastizales como práctica agropecuaria, favorecen la pérdida de biodiversidad, la pérdida de capacidad del suelo de absorber agua y, combinado con ciclos de altas lluvias, generan ambientes que promueven el desarrollo de los mosquitos. Finalmente, a esto hay que agregarle que, por la deforestación, desaparece biodiversidad que es predadora de los mosquitos, por lo que la densidad de estos aumenta".