Política
Promesas electorales

Luces y sombras de los primeros cien días de Lula en la presidencia de Brasil

Luiz Inácio Da Silva está intentando destruir de manera acelerada el "legado" de su predecesor Jair Bolsonaro en materia económica.

El presidente Lula puso rápidamente fin a los procesos de privatización de empresas estatales y, al mismo tiempo, liberó el gasto del estado para provocar una redistribución de los ingresos. Efectivizó su amenaza de campaña y frenó la venta a particulares de:

  • la Empresa Brasileña de Comunicaciones (EBC),

  • la Compañía Brasileña de Administración de Petróleo y Gas Natural SA (CBAPGN)

  • la firma de Telecomunicaciones Brasileiras SA (Telebras).

Pero, sin lugar a dudas, la cancelación más importante de todas fue la de Petrobras. La privatización de esta empresa prometía ser la más grande de la historia de Brasil, un hecho que ni siquiera pudo darse en la primera oleada privatizadora durante la década de 1990.

Además, el flamante titular del poder ejecutivo brasileño está modificando la férrea disciplina fiscal heredada: el Planalto está enterrando el sendero liberal trazado en el último lustro. El Gobierno federal fue facultado para expandir el gasto en más de 28.000 millones de dólares adicionales a los programados por las asignaciones presupuestarias precedentes.

Entre otros programas, se aumentaron los gastos sociales con la reintroducción del programa Bolsa Familia, uno de los pilares de los dos primeros mandatos lulistas. Además, suspendió la reforma educacional de su antecesor y restringió el acceso a la portación de armas.

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Queda claro que ha dedicado sus primeros 100 días en el poder para avanzar en una dirección diametralmente opuesta a la de su predecesor, pero... ¿está cumpliendo con los compromisos ecologistas que asumió durante la campaña preelectoral?

"Deforestación cero" fue su slogan para salvar la Amazonia y frenar el cambio climático. Esto significaba abogar por la protección de los derechos territoriales de los pueblos indígenas y selváticos. Por el momento, Lula creó un Ministerio de los Pueblos Indígenas a cargo de la influyente líder aborigen Sônia Guajajara.

Ministra de los Pueblos Indígenas, Sônia Guajajara, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=128189859

Entre las luces que podemos hallar en sus tres meses y medio de gestión, en lo ambiental se encuentran:

  • la reactivación del llamado Fondo Amazonía, constituido con donaciones de Alemania y Noruega para contribuir con su protección y que había sido suspendido por decisión de Bolsonaro en 2019;

  • la revocación de un decreto dictado por el ex Jefe de Estado en los últimos días de su mandato, según el cual se ampliaban las licencias para la explotación de recursos minerales en la región amazónica e incluso en las tierras indígenas.

Entre las sombras, puede contabilizarse que se esperaba un protagonismo inmediato mucho mayor de la ministra del sector ambiental, Marina Silva.

Consultado por Carbono.news, el periodista Patricio de la Barra, residente en Brasil desde hace varias décadas, expresó: "Lamentablemente, en materia ambiental se ha hecho muy poco. Se esperaba más de Marina. En el presente verano aumentó la deforestación. El único avance concreto y eficiente fue sacar a los mineros clandestinos de los territorios indígenas".

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Lula carga con un karma que aún no ha logrado disipar o revertir: en 2005, cuando él era primer mandatario, se produjeron los peores incendios forestales de la historia del gigante sudamericano. En sus ocho años de gestión anterior hubo 2.413.773 focos ígneos en el territorio nacional, según datos del propio ministerio de Medio Ambiente local.

Fuente: Greenpeace

En 2003, año de estreno de Lula, la cantidad de incendios saltó a la cifra récord de 341.239. Representaba más del doble de la media anual de 165 mil de los cinco años anteriores. La propia Marina Silva, por entonces enfrentada con quien hoy es su jefe, llegó a calificar lo sucedido como el "Holocausto de la Amazonía".

Todavía resuenan las palabras de Lula en la COP27 y su propuesta para que en 2030 se realice en Brasil, en la Amazonía. Pese a todo, la Alianza que encabeza el Partido de los Trabajadores promete que "pronto" se acelerarán las medidas y se frenará el maltrato a la principal floresta-pulmón del planeta.

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