Balance ecológico del Mundial de Qatar 2022: la salud del planeta perdió por goleada
Es imposible que un evento que reúne casi dos millones de personas en una sola ciudad a lo largo de casi un mes termine siendo neutral en cuanto a las emisiones de C02 a la atmósfera.
Los organizadores de la Copa Mundial (la Federación Internacional del Fútbol Asociado y el Gobierno de Qatar) se habían comprometido a proteger y conservar el medio ambiente.
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Aseguraron que las emisiones totales del evento serían de 3.6 millones de toneladas métricas de CO2. Pero, estos guarismos ya se han visto notablemente superados porque se subestimaron muchas variables para poder llegar hasta ese cálculo tan conservador.
Se prometieron, por ejemplo, "nubes protectoras" sobre los campos de juego para atemperar el impacto solar que afecta a una nación desértica. Estas estructuras aéreas artificiales ayudarían a que los jugadores y espectadores no se sofocaran con el clima extremo. Las formaciones gaseosas se rellenarían de manera artificial con gas helio y podrían desplazarse por control remoto. Gracias a su inclinación, se aprovecharía al máximo el nivel de sombra que podrían ofrecer.
Finalmente, todo fue apenas una fake news o un greenwashing. Brillaron por su ausencia.
Tres hechos resultan innegables:
Se debió construir gran parte de la infraestructura utilizada, ya que el anfitrión tenía construido apenas uno de los ocho estadios que oficiaron como sedes, lo que sumó a hoteles y carreteras.
La enorme cantidad de movimientos intercontinentales motivaron la llegada de miles de aeronaves hasta Doha. Se registraron aterrizajes de itinerarios especiales cada diez minutos: un promedio de 168 diarios. A estos, se le suman los programados especialmente para la ocasión por las distintas aerolíneas comerciales.
Hubo que refrigerar cada una de las canchas utilizadas y se debió "enfriar" por completo una ciudad que recibió a más de 1,5 millones de turistas extranjeros.
La consultora Greenly situó las emisiones totales y reales de la cita global en seis millones de toneladas, aproximadamente el equivalente a las emisiones de 750.000 hogares estadounidenses durante un año. El presidente y cofundador de Greenly, Alexis Normand, definió a la Copa 2022 como "la más emisiva y contaminante de la historia".
La cita de FIFA de 2014, celebrada en Brasil, arrojó impactos por 2,72 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono.
Cuatro años más tarde, en Rusia 2018, se expulsaron al aire libre 2,16 millones de toneladas de dióxido de carbono, el equivalente a casi medio millón de automóviles conducidos durante un año.
Un estado altamente contaminante
El gobierno de Qatar fue, en los últimos tres años, el segundo exportador mundial de gas fósil después de Australia.
Los hidrocarburos representan más del 90% de sus ingresos por exportaciones. Sus reservas de petróleo conocidas, al actual ritmo de extracción, podrían soportar este tipo de actividades hasta el año 2080. Por su parte, los yacimientos con gas natural del país representan el 13% del total mundial.
Qatar es un estado que vive de los fósiles y con esta cita que concitó la atención de la mitad de la población mundial solo buscaba un simple "lavado verde".
Según ha comprobado la justicia durante un allanamiento al parlamento europeo, esta nación árabe recurrió al soborno sistemático para lograr contratos con las naciones más avanzadas de Occidente y también para alcanzar el éxito en su candidatura mundialista.
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¿Una lección aprendida?
Qatar tiene un PBI per cápita de algo más de 90.000 dólares. Es el más alto del mundo, ya que el de EE.UU. es de 70 mil por cabeza. Los emires quisieron darse un gusto y repartieron petrodólares a diestra y siniestra.
Tras las investigaciones y las numerosas detenciones que sobrevinieron por los sobornos, la FIFA ha cambiado su postura. La Copa del Mundo 2026 será organizada conjuntamente por Canadá, México y los EE.UU.
Por primera vez, se reunirán 48 equipos y se jugará en 16 estadios ante unos tres millones de espectadores locales y turistas extranjeros.
Luego de las cifras escandalosas de Qatar, la FIFA ya tomó una decisión importante: todo el campeonato se jugará en las estructuras preexistentes. En otras palabras, no se volverá a la locura que significó erigir ocho moles inútiles, ocho elefantes blancos que costaron cientos de millones de dólares en medio del desierto.