Día de la Tierra: cuatro consejos de los pueblos originarios para cambiar la relación con la naturaleza
El Día de la Tierra es el momento ideal para reflexionar sobre la relación entre el entorno natural y los seres humanos. Para repensar y poner en práctica, algunos pueblos originarios resaltan cuatro ideas inspiradoras.
La modernidad instaló la idea de que la naturaleza es un recurso para explotar, controlar y doblegar. Esta concepción extractivista se extendió por el mundo, pero afortunadamente aún perviven formas de vida contrarias a esta visión. Muchos campesinos, pescadores artesanales y comunidades indígenas siguen viviendo de la naturaleza de un modo sostenible porque saben que "solo si el planeta está bien, lo estaremos nosotros". Estos son sus consejos y sus experiencias:
Sentirse parte del territorio
"Una de las cosas importantes es sentirse parte del territorio, los territorios no son unidades separadas como lo indican las legislaciones", advierte a Carbono News Leticia Caro, dirigente de una de las comunidades Kawésqar de la región de Magallanes en Chile. Tiene 43 años y junto con su padre se dedican a la pesca, como lo hacían sus ancestros: los Kawésqar, grandes navegadores y pescadores. La leyenda contaba que cuando pisaban la tierra, morían. Por eso defienden el mar de cualquier daño: contaminación, empresas salmoneras y otras industrias que amenazan su territorio.
Parte de la visión de su comunidad es que el territorio es un todo. "Mar, tierra, atmósfera, subsuelo, fondo marino, cuerpos de agua y las especies que moran en ella, entre esas especies se encuentra el ser humano y los espíritus que moran los espacios", suma la referente.
Su concepción se aleja de la visión contemplativa o extractiva. "Para comprender los ciclos naturales se debe interactuar con el territorio, de esta manera nos volvemos un todo vital, que interactúa en armonía con los demás seres", cierra Caro.
Gestionar los recursos de forma sustentable
"El modo de vida campesino e indígena se basa en una relación armónica con el entorno natural", dice Lucrecia Villanueva, vocera del Frente de Mujeres del Salado Norte de Santiago del Estero, en el Chaco argentino. "El Chaco es muy seco en la zona en la que vivimos, la gestión del agua y la relación con el hábitat fluye de tal manera que las familias campesinas administradas por las mujeres conviven con el entorno que a veces es hostil de una forma armónica y equilibrada".
Las mujeres dedican gran parte de su día a cosechar el agua, muy escasa en el Chaco seco, y recolectar frutos del monte para la cría de animales, como cerdos y pollos. La economía familiar gestionada por las mujeres permite tener una vida con pocos residuos plásticos y con cero desperdicio de alimentos. "Los desechos orgánicos sirven para criar a los animales y todo se aprovecha", agrega Villanueva.
Las familias campesinas viven de la extracción de carbón y del poste, actividades que han ido mechando con las salidas a las cosechas para no acabar con el recurso de la madera, "esto supone un manejo sustentable del entorno natural", cierra.
Reconocer que la naturaleza es como nosotros: siente, piensa y se enferma
A pesar de que los aymaras son una comunidad grande, entre dos y tres millones solo en Bolivia, actualmente viven tanto en la ciudad como en el campo y los rubros a los que se dedican son diversos. Elias Ajata, docente aymara, se anima a reconocer que sigue existiendo una relación armónica con la naturaleza sobre todo en las comunidades rurales.
"La relación que tenemos con la naturaleza especialmente en el campo agrícola sí presenta predominantemente aún armonía, algo de equilibrio y puede ser sustentable", cuenta Elías a Carbono News.
La cultura aymara concibe el cuidado y la relación equilibrada con la naturaleza porque para los originarios tiene vida. "Este pensamiento sobre la naturaleza va tomando más fuerza por la situación política, cultural y de toma de consciencia de quiénes somos", dice Ajata.
Él atribuye esta reflexión a los hechos de finales de 2019, cuando el expresidente boliviano Evo Morales renunció a su cargo, presionado por los altos mandos militares del país y envuelto en denuncias de fraude electoral. La gestión de su sucesora, Jeanine Áñez, que tomó el poder de hecho, encaró una persecución política contra los pueblos indígenas que protestaban por su asunción.
"Los gobernantes de entonces masacraron a la gente con la biblia en mano, en sus discursos y actos recurrían citar al dios cristiano y eso hizo que como pueblos originarios se tomara más conciencia sobre quienes somos".
"En ese momento creció la visión de revalorizar lo nuestro, nuestra espiritualidad y por ende la naturaleza", resalta. Además, añade Ajata, también hubo graves incendios en el sector oriental que causó una gran tristeza en el pueblo boliviano, "también entre los aymaras, nos llevó a reflexionar sobre lo que estábamos haciendo", suma.
Según la visión aymara del mundo, la naturaleza no es solo materia, tiene su "ajayu" -similar al espíritu, o alma-. "No solo la naturaleza, también el hogar en que vivimos o los objetos que manejamos", cuenta.
Es común que tanto en la ciudad como en el campo se realicen rituales para iniciar la siembra, "porque hay que pedir permiso para hacer ese trabajo", también hay regiones donde se baila para una buena cosecha.
"En agosto, por ejemplo, las personas agradecen a la Pachamama -que es todo lo que nos rodea, pero con vida, sentimientos y pensamiento como nosotros- por sus actividades económicas, su hogar, su producción", añade.
Elías Ajata lo resume de esta forma: "La naturaleza es como nosotros: tiene vida, siente, se enferma como nosotros, se puede curar como nosotros y tenemos que pensar en ella como pensamos en nuestro bienestar. Es nuestra madre y la tenemos que tratar como tal".
Volver a "ser niños"
"Mi relación con la Pachamama es algo sagrado, es un vínculo como de madre a hijo. Cuando uno conecta con la naturaleza, logra entender las cosas desde otro punto de vista", cuenta Karumanta Escalada, miembro de la comunidad Ajayhu Pawha de General Pico, en La Pampa, Argentina, y parte del Movimiento Indígenas por el Buen Vivir.
Desde esta organización promovieron una Caminata para pedir la liberación de la naturaleza, con la consigna: "Basta de terricidio". Los caminantes partieron en dos bloques -desde el norte y desde el sur del país- a mediados de marzo, y prevén llegar a la Ciudad de Buenos Aires para visibilizar el reclamo.
Para la referente, esta acción es un grito que pide libertad para la naturaleza. Cuando se le preguntó si era deseable seguir la alternativa de vida que plantea, Karumanta no dudó y dijo: "Es la única alternativa viable". Para la vocera, si la gente volviera a vincularse con el entorno natural se detendría la contaminación, las actividades extractivas, "porque si sigue no vamos a tener donde vivir".
"Es nuestra casa, si vos no la cuidas la casa se viene abajo, llega un momento que no tenés paredes, no tenés techo. Pasa lo mismo con la naturaleza, no vamos a tener agua, vegetación, el clima cambia y tampoco podemos acceder a una alimentación sana porque la tierra está enferma", suma.
Para volver a esta conexión, Karumanta comparte una idea idea: volver a encontrarse con el niño que llevamos dentro, conectar con el amor y el respeto por la vida que tienen los niños. "Tendríamos que volver a ser niños, es la única forma en que podamos valorar la naturaleza. Un niño sabe que no tiene que cortar las flores, sabe cómo cuidar las plantas. Volver a reencontrarnos con nosotros para valorar la tierra", propone.
Para ella, la Caminata va a dejar un mensaje: "Todavía somos muchos los que vamos a luchar por la tierra, porque sin la tierra no somos nada".