Conocer la Antártida: las extrañas precauciones contadas en primera persona
La escritora y periodista Valeria Schapira contó a Carbono.news detalles de la travesía y qué le exigían para preservar y proteger el área y su flora y fauna.
Con una extensión de 14 millones de kilómetros cuadrados (aproximadamente el doble del tamaño de Australia), la península Antártica es fría, ventosa y bastante seca.
Sus inmensas capas de hielo contienen casi el 90% del agua dulce del mundo. Se trata de una cantidad de líquido congelado que elevaría el nivel del mar unos 60 metros si se derritiera.
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Para viajar al Polo Sur no se requiere visado pero sí un permiso por el que el visitante se compromete a respetar puntillosamente el Tratado Antártico que fue firmado en 1959 con el respaldo de Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica, la extinta Unión Soviética, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Con la idea de conservar ese ambiente prístino las directivas de protección son numerosas, y las sanciones por incumplirlas pueden acarrear multas de hasta 10.000 dólares.
La mejor temporada para recorrer estos circuitos dura unos cinco meses, de noviembre a marzo.
En la enorme mayoría de los casos, se trata de una actividad de mera observación, ya que son muy pocos los privilegiados que pueden bajar de los barcos y hacer pie en un suelo que es patrimonio de la humanidad entera.
La experiencia en primera persona
Antes de las restricciones generadas por la pandemia, en febrero de 2020, una periodista argentina, Valeria Schapira, pudo cumplir uno de sus sueños y se embarcó rumbo al continente helado.
Consultada por Carbono.news la escritora narró su increíble experiencia:
"Quienes participamos de cruceros de expedición de estas características tenemos sentimientos contradictorios. Existen una serie de protocolos que sí o sí hay que tener en cuenta. Durante la travesía existen recomendaciones continuas sobre no generar desperdicios a bordo. En los primeros días de navegación se nos pidió que toda la ropa que fuéramos a usar en el momento de descender hasta los kayaks fuera llevada hasta un sitio donde cada prenda sería aspirada. ¿Por qué se hace esto? Porque podría existir en los abrojos de las zapatillas, o bien en las costuras de una campera, una semilla extraña o una especie invasora. Algo que parece tan inocente, podría sin embargo provocar un daño ecológico significativo", contó.
"También, se deben colocar los calzados en una solución especial para que las pisadas no provoquen impacto en el hielo o la tierra. Además, se busca que ningún virus pueda ser trasladado en las botas. Una de las máximas más repetidas por la tripulación es que no hay que dejar una sola huella en el lugar visitado", sumó Schapira.
El listado de severas recomendaciones es bastante más extenso:
"A todos los pasajeros se nos pidió que esperemos el descenso del personal experimentado antes de abandonar las pequeñas embarcaciones. Se trata de un conjunto de guías encargados de delimitar los senderos que se van a recorrer. Por supuesto, no existen caminos internos en esta particular geografía. La importante distancia con la fauna local, como los pingüinos y los lobos marinos, debe respetarse a rajatabla para no incomodarlos ni alterar su hábitat", narró.
Finalmente, la escritora reveló por qué la Antártida no será jamás un destino masivo.
"Existe una cantidad anual permitida de turistas por lo que las reservas se deben practicar con bastante antelación. Se trata de un ecosistema frágil que debe ser preservado y por ello los cupos son y seguirán siendo muy escasos", informó.
Hasta el momento, los visitantes estadounidenses (35%) y los australianos (11%) son los más numerosos. China (10%) ya ocupa el tercer lugar del podio, en cuarto lugar están los británicos (8%) quintos los alemanes (7 %) y sextos los canadienses (5%).
La Antártida es, entre otras cosas, una suerte de freezer descomunal que congela las corrientes marinas que se le acercan.
Si en el futuro cercano perdiera esa condición de enfriamiento, el ecosistema completo del planeta sufriría daños inimaginables.